Tuesday, October 31, 2017

La Regla de san Benito en la Congregación de los SSCC

La Règle de Saint Benoît dans la Congrégation des SSCC

The Rule of St. Benedict in the Congregation of the SSCC 


Felipe F. Lazcano Hamilton sscc

La comunidad local de la Casa General de los hermanos, en su proyecto comunitario, decidió tener una jornada de retiro al inicio del curso 2017-18. En consonancia con lo que toda la Congregación está viviendo en este año del bicentenario de la aprobación pontificia, el tema que se escogió para el retiro fue la Regla de san Benito. En este “año de las Constituciones” se pensó que sería bueno reflexionar y meditar sobre la regla benedictina, “que es el fundamento de la nuestra”.

La primera persona en quien pensó la comunidad fue David Lavich ocso. A David lo conocemos en la comunidad porque nos ha hecho algunas visitas. Es sobre todo conocido por nuestros hermanos de Estados Unidos, ya que fue miembro de la provincia, habiendo vivido un buen número de años en Japón como sscc. Con el tiempo descubrió que su vocación era la vida trapense. Fue admitido en la orden, fue también, curiosamente, enviado a Japón y desde hace unos años llamado a servir en el gobierno general de los trapenses, en Roma. Era el hombre adecuado, un hombre que vive según la regla benedictina y que conserva su corazón picpuciano. Sin embargo no puedo ser. Justo en esas fechas estaban teniendo el capítulo general de la orden, monjes y monjas conjuntamente, en Asís.

Entonces a nuestro superior local, Camille Sapu, se le ocurrió pedir a un servidor si podría animar este retiro. No dije que no. Y me puse a leer y a preparar algunas páginas. Al final me ha resultado un pequeño folleto que se puede encontrar en la biblioteca de nuestro sitio web, en la sección Espiritualidad SSCC/San Benito/  Os invito a leerlo.         

Comenzaba preguntándome ¿por qué la Regla de san Benito? ¿Qué les llevó a los fundadores a tomarla como base de una futura regla de los SSCC? ¿Cómo una regla de vida contemplativa se hace valiosa para una comunidad nueva y decididamente apostólica? También he tratado de ver, en el conjunto de la Regla, qué hay de particular en los capítulos que el Buen Padre recomienda (en la Carta Circular de 1826). Por último, ofrezco un “decálogo” sobre cómo la Regla de san Benito nos ayuda a vivir hoy nuestra vocación y misión SSCC.


En este post quisiera resaltar solamente dos aspectos que estuvieron particularmente presentes en el diálogo que tuvimos en la comunidad a partir de lo presentado: la obediencia y la humildad. Estos temas son nucleares en la regla benedictina. Son la base de la ascética monástica para configurarse con Cristo. Están en el fundamento de la manera de responder al don de la vocación a la consagración religiosa.

De hecho, ya en las primeras líneas del Prólogo aparece “el trabajo de la obediencia a Aquel de quien te habías apartado por la desidia de la desobediencia” (Prólogo, 2). “A ti se dirige mi palabra…que renunciando a tus propias voluntades, empuñas las fortísimas y esclarecedoras armas de la obediencia” (Prólogo, 3). La obediencia es el camino para “retornar”  a Dios y alcanzar la plena condición de hijos. El paradigma de la obediencia es el mismo Jesús. La vida monástica, al igual que nuestra vida religiosa sscc, es un camino para despojarse de sí mismo y configurarse con Cristo, para hacer “nuestras las actitudes, opciones y tareas que llevaron a Jesús al extremo de tener su corazón traspasado en la cruz” (Constituciones Art.3). 

      La obediencia, presente en numerosos capítulos de la Regla, recibe un tratamiento más extenso en el Capítulo 5. La manera de concretar la obediencia religiosa en el monasterio posiblemente varíe de cómo nosotros la queremos vivir hoy en nuestras comunidades apostólicas (frecuentemente de pocos miembros). Sin embargo, la actitud de fondo es esencial es para “aquellos que ninguna cosa estiman tanto como a Cristo” (Capítulo 5, 2). La Regla dirige la mirada al interior del corazón. Las motivaciones podrán ser diversas (temor, costumbre…), siendo finalmente el amor a Cristo la decisiva. En el corazón vemos las actitudes con que respondemos. Nuestras Constituciones (hermanos, Art.31-37) nos animan a la responsabilidad y participación de todos en el discernimiento de la voluntad de Dios, con el cometido propio del superior respectivo. El diálogo fraterno y la oración no pueden faltar. Finalmente llega una decisión.

La Regla benedictina invita a ver lo que nos ocurre en el interior, en el corazón, cuando nos toca obedecer, ya sea un cambio de comunidad, de obra, o a las decisiones de los superiores, de los planes comunitarios, etc... Todo lo que tiene que ver con la indecisión, las quejas, la lentitud, el poner trabas, los fastidios, las murmuraciones, la agitación de otras personas… todo eso no ayuda a la misión, quita fuerza a la libertad interior y mérito (generosidad, amor) al acto de obediencia.

            Intrínsecamente unida a la obediencia encontramos la humildad. Así, al inicio del Capítulo 5, la Regla dice: “El primer grado de humildad es una obediencia sin demora”. Es en el Capítulo 7 donde la Regla desarrolla el tema de la humildad. San Benito usa la expresión “grados”, que hay que entender como facetas diversas de la humildad, maneras de ejercitarla, que pueden darse simultáneamente. El primer grado, característico de san Benito, marca la atmósfera para vivir la humildad: ponerse siempre ante la presencia de Dios y buscar obedecer su voluntad. Es la base de la humildad cristiana. Hay un realismo en la consideración de la condición humana y una confesión de la trascendencia y omnipresencia de Dios, que penetra lo más profundo del corazón del ser humano.

El ser humano viene del “humus” (raíz del término humildad), de la tierra, creado por Dios que le da  la vida y le abre también a la vida eterna. Se parte del “temor de Dios” para ir llegando, por la purificación que otorga la humildad, a ser suplido por el simple amor. El segundo grado (manifestación) insiste en la necesidad de buscar en todo la voluntad de Dios, sabiendo que la búsqueda de la propia voluntad puede ser el origen de la deshumanización.

Cuando pensamos en esta atmósfera de religación con Dios en nuestro contexto actual se nos plantean enormes dificultades. No es extraño que la humildad (y la obediencia) sean virtudes contraculturales. Y que sean difíciles también entre nosotros, religiosos, porque nos afecta igualmente el olvido de Dios, el ateísmo larvado, la crisis de los sagrado, el “desencanto” del mundo (ciencia, técnica, razón son suficientes). Una atmósfera que es caldo de cultivo para el individualismo, para la tentación de la auto-realización, para los protagonismos (de la modernidad prometeica) o para el narcicismo resignado (postmoderno). Igualmente se debilita el sentido del pecado, se entra fácilmente en un relativismo moral y valórico. Añadamos la sensualidad y la concupiscencia ambiental. Con este mar de fondo no es extraño que la humildad nos cueste trabajo. Nos hace falta mucha ayuda para permanecer en una actitud radical de fe y de búsqueda de la voluntad de Dios en todas las cosas. Sobre todo en momentos críticos de nuestra vida se alza la pregunta fundamental: ¿quién controla mi vida? ¿quién decide mi vida?


  San Benito hace muchas otras consideraciones interesantes sobre la humildad, pero aquí no hay espacio para comentarlas. Para él aquí reside lo esencial de su Regla. Lo demás es desarrollo estos estos principios. Justamente para el Buen Padre las virtudes de la obediencia y la humildad son fundamentales para vivir la vocación sscc. En numerosas cartas las recomienda a los hermanos y hermanas. Los capítulos de la Regla que recomienda en la carta circular de 11 de febrero de 1826 son precisamente los que ponen el énfasis sobre todo en la humildad (relacionada con la obediencia y la pobreza).

            Recordemos, para terminar, un par de citas del fundador:

- “La devoción al Sagrado Corazón, la humildad, la mansedumbre, serán las virtudes fundamentales de la Congregación”. (LEBP 2197, Reglamento del Buen Padre, 1798).

- “Os recomendamos sobre todo ese sentimiento de obediencia, que solo hace a los verdaderos religiosos, ese espíritu de pobreza y desapego, que dispone el alma a todos los sacrificios, esa humildad sincera que aleja la murmuración” (LEBP 981, Carta circular anunciando la clausura del 2º Capítulo General, 20.09.1824.)




The Rule of St. Benedict in the Congregation of the SSCC

The local community of the General House of the brothers, in their community project [PARL], decided to have a day of retreat at the beginning of the 2017-18 [September-June] period. In keeping with what the whole Congregation is living in this year of the bicentennial of pontifical approval, the theme chosen for the retreat was the Rule of St. Benedict. In this "year of the Constitutions" it was thought that it would be good to reflect and meditate on the Benedictine rule, "which is the foundation of ours".

As a presenter, the community first thought of David Lavich ocso. We know David in the community because he has made us some visits. It is especially known to our brothers of the United States, since he was a member of the province, having lived a good number of years in Japan as sscc. Over time he discovered that his vocation was Trappist life. He was admitted to the order, curiously sent to Japan and for some years called to serve in the general government of the Trappists, in Rome. He was the right man, a man who lives according to the Benedictine rule and who retains his Picpucian heart. However it was not to be. Just at that time they were having the general chapter of the order, monks and nuns together, in Assisi.

Then it occurred to our local superior, Camille Sapu, to ask a volunteer to animate this retreat. I did not say no. And I started to read and prepare some pages. Finally,  I wrote a small brochure that can be found in the library of our website, in the section Spirituality SSCC / Saint Benedict /    I invite you to read it.



I began by wondering why the Rule of St. Benedict? What led the founders to take it as the basis for a future SSCC rule? How does a contemplative rule of life become valuable to a new and decidedly apostolic community? I have also tried to see, in the whole of the Rule, what is particular about the chapters recommended by the Good Father (in the Circular Letter of 1826). Finally, I offer a "decalogue" on how the Rule of St. Benedict helps us to live our SSCC vocation and mission today.


In this post I would like to highlight just two aspects that were particularly present in the dialogue we had in the community based on what was presented: obedience and humility. These themes are nuclear in the Benedictine rule. They are the basis of the monastic ascetics to be configured with Christ. They are at the foundation of how to respond to the gift of vocation to religious consecration.

In fact, already in the first lines of the Prologue appears "the work of obedience to Him from whom you had withdrawn because of the sloth of disobedience" (Prologue, 2). "To you my word is directed ... that by renouncing your own wills, you take up the strong and enlightening weapons of obedience" (Prologue, 3). Obedience is the way to "return" to God and reach the full status of children. The paradigm of obedience is Jesus himself. Monastic life, like our sscc religious life, is a way to strip ourselves of ourselves and to conform ourselves to Christ, in order to make "our attitudes, options and tasks that led Jesus to the point of having his Heart transpierced on the cross" (Constitutions Art.3).

Obedience, which is present in many chapters of the Rule, is dealt with more extensively in Chapter 5. The manner of practicing religious obedience in the monastery may vary from how we want to live it today in our apostolic communities (often of few members). However, the basic attitude is essential is for "those who esteem nothing as much as Christ" (Chapter 5, 2). The Rule focuses on what is in the heart. The motivations may be different (fear, custom ...), love for Christ being, however, the finally decisive factor. In the heart we see the attitudes with which we respond. Our Constitutions (Brothers, Art. 31-37) encourage us all to take responsibility and participate in the discernment of God's will, with the proper role of the respective superior. Fraternal dialogue and prayer cannot be lacking. Finally we come to a decision.

The Benedictine Rule invites us to see what happens to us in the interior, in the heart, when we have to obey, whether it is a change of community, of work, or the decisions of superiors, community plans, etc. Whatever has to do with indecision, complaints, slowness, setbacks, annoyances, murmurings, agitation of other people ... does not help the mission, deprives the act of obedience of strength to inner freedom and merit (generosity, love).

Intrinsically united to obedience we find humility. Thus, at the beginning of Chapter 5, the Rule says: "The first degree of humility is obedience without delay." It is in Chapter 7 that the Rule develops the theme of humility. St. Benedict uses the expression "degrees," which must be understood as different facets of humility, ways of exercising it, which can occur simultaneously. The first degree, characteristic of Saint Benedict, marks the atmosphere in which to live humility: to stand always before the presence of God and seek to obey his will. It is the basis of Christian humility. There is a realism in the consideration of the human condition and a confession of the transcendence and omnipresence of God, which penetrates the depth of the human heart.

The human being comes from the "humus" (root of the term humility), from the earth, created by God who gives him life and also opens him to eternal life. It is part of the "fear of God" to arrive, by the purification that humility bestows, to be replaced by simple love. The second degree (manifestation) insists on the need to seek God's will in everything, knowing that the search for one's own will may be the source of one’s own undoing.

In our present context, we have enormous difficulties in thinking of reconnecting with God. It is not surprising that humility (and obedience) are counter-cultural virtues. And that they are difficult also among us, religious, because we are equally affected by the forgetfulness of God, larval atheism, the crisis of the sacred, the "disenchantment" of the world (science, technique, reason are enough). This is an atmosphere that is a breeding ground for individualism, for the temptation of self-realization, for protagonism (of Promethean modernity) or for fatalistic (postmodern) narcissism. With an equally weakened sense of sin, one easily enters into a moral and value relativism. Let us add sensuality and ever present concupiscence. With this scenario, it is not strange that humility costs us a lot of effort. We need much help to remain in a radical attitude of faith and seeking the will of God in all things. In these critical moments of our life, the fundamental question arises: who controls my life? Who makes the decisions for my life?

St. Benedict gives many other interesting considerations about humility, but here there is no room for comment. For him the essence of his Rule lies in humility. The rest is developing these principles. For the Good Father the virtues of obedience and humility are fundamental to living the vocation sscc. In many letters he recommends them to the brothers and sisters. The chapters of the Rule recommended in the Circular Letter of February 11, 1826, are precisely those that emphasize humility (related to obedience and poverty).

To close out our reflection, let us recall, a couple of quotes from the founder:

- "Devotion to the Sacred Heart, humility, meekness, will be the fundamental virtues of the Congregation." (LEBP 2197, Rules of the Good Father, 1797).


- "Above all, we recommend you that attitude of obedience, which alone makes the true religious, that spirit of poverty and detachment, which disposes the soul to all sacrifices, that sincere humility that keeps the grumbling  at bay." (LEBP 981, circular letter announcing the closing of the 2nd General Chapter, 20.09.1824.)



La Règle de Saint Benoît dans la Congrégation des SSCC

La communauté locale de la Maison générale des frères, dans son projet communautaire, a décidé de prendre  une journée de retraite au début de l’année 2017-18. En lien avec  ce que la Congrégation vit en  cette année du 200ème  anniversaire de l’approbation pontificale, le thème choisi pour la retraite fut la Règle de Saint Benoît. En cette « année des constitutions », nous avons  pensé qu’il serait bon de réfléchir et de méditer sur la règle bénédictine, « qui constitue le fondement de la nôtre ».

La première personne à qui pensa la communauté, pour nous aider en cette réflexion,  fut David Lavich Ocso. Dans la Communauté, nous connaissons bien David car il nous a plusieurs fois rendu  visite. Il est surtout connu par nos frères des Etats-Unis, puisqu’il a fait partie  de la province, après avoir vécu de nombreuses  années au Japon, comme membre des sscc. Avec le temps, il a découvert que sa vocation était plutôt la vie de trappiste. Il fut admis dans  l’Ordre, et envoyée aussi, curieusement, au Japon et depuis quelques années il a été appelé à servir dans le gouvernement général des trappistes, à Rome. C’était l’homme idéal pour notre projet, un homme qui vit selon la règle bénédictine et garde un cœur de picpucien. Hélas il ne put accepter, car juste à ces dates-là, se tenait  le chapitre général de leur ordre,  moines et moniales en même temps, à Assise.

Puis est venu à notre supérieur local, Camille Sapu, l’idée de  demander à votre serviteur s’il acceptait d’animer cette retraite. Je n’ai pas dit non. Je me suis mis aussitôt à lire, préparer et écrire quelques lignes. En fin de compte je me suis retrouvé avec  un petit livret que l’on peut  trouver dans la bibliothèque de notre site web,  dans la section Spiritualité  SSCC/San Benito  Je vous invite à le lire :

J’ai commencé par me demander : pourquoi la règle de Saint Benoît  dans notre congrégation? Qu’est-ce qui  a conduit les fondateurs à la prendre comme base pour une future règle des SSCC ? Comment une règle de vie contemplative peut-elle être opportune  pour une communauté nouvelle et principalement apostolique ? Egalement j’ai  essayé de chercher, dans l’ensemble de la Règle, ce qu’il y a de particulier dans les chapitres que le Bon Père recommande (lettre circulaire de 1826). Enfin, je  propose un « décalogue » pour montrer comment la règle de Saint Benoît nous aide à vivre notre vocation et notre mission SSCC aujourd'hui.

Dans ce post, je voudrais  souligner seulement deux aspects qui ont été particulièrement présents dans l’échange que nous avons eu dans la communauté à partir  de ce qui est présenté : l’obéissance et l’humilité. Ces thèmes sont centraux  dans la règle bénédictine. Ils sont la base de l’ascèse monastique pour nous configurer au Christ. Ils sont à la base pour répondre au don d’une vocation à la consécration religieuse.

En fait, déjà dans les premières lignes du prologue apparaît ceci : « l’œuvre de l’obéissance à Celui de qui tu t’étais séparé par l’apathie de la désobéissance » (prologue, 2). « A toi s’adresse ma parole...  renonçant à ta volonté propre, tu t’empares des puissantes et éclairantes armes de l’obéissance » (Préface, 3). L’obéissance est le chemin pour« retourner » à Dieu et atteindre la pleine condition de fils. Le paradigme de l’obéissance, c’est Jésus lui-même. La vie monastique, comme notre vie religieuse sscc, est un chemin pour se dépouiller de soi-même  et se configurer au Christ, pour faire nôtres « les attitudes, les options et les œuvres  qui ont amené  Jésus à l’extrême, jusqu’à  son cœur transpercé sur la Croix » ) Les constitutions Art.3).

L’obéissance, présente dans plusieurs chapitres de la règle, est plus amplement traitée dans le Chapitre 5. La manière de pratiquer concrètement l’obéissance religieuse dans un monastère est sûrement bien différente de  la manière dont nous voulons la vivre aujourd'hui dans nos communautés apostoliques (habituellement avec  peu de membres). Toutefois, l’attitude fondamentale  est essentiellement a même  pour « ceux qui n’estiment rien au-dessus du  Christ » (chapitre 5, 2). La règle oriente le regard vers l’intérieur du cœur. Les motivations pourront être différentes (peur, habitudes...), mais l’amour du Christ devra être finalement la  décisive. Au fond de notre cœur  nous décelons les attitudes qui guident notre réponse. Nos constitutions (des frères, Art.31-37) nous encouragent à la responsabilité et à la participation de tous dans le discernement de la volonté de Dieu, avec le rôle propre du supérieur respectif. Le dialogue fraternel et la prière ne doivent pas faire défaut. Et  enfin une décision peut être prise.  

La règle bénédictine  invite à voir ce qui se passe à l’intérieur, dans le  cœur, lorsque nous avons à obéir, que ce soit pour un changement de Communauté, de travail, ou par décisions des supérieurs, ou  pour un nouveau projet de  Communauté, etc.... Tout ce qui a trait à l’indécision, à des plaintes, à la faiblesse, à des obstacles divers, aux ennuis, aux murmures, ou à l’agitation d’autres personnes... tout cela n’aide pas  la mission, mais au contraire fait perdre la force de la liberté intérieure, du don de soi (générosité, amour) et  la pratique de l’obéissance.

Intrinsèquement liée à l’obéissance, nous trouvons l’humilité. Ainsi, au début du chapitre 5, la règle dit : « le premier degré d’humilité c’est l’obéissance immédiate ». C’est au chapitre 7, que la règle développe le thème de l’humilité. Saint Benoit  utilise l’expression « degrés », qu’il faut entendre comme  facettes variées d’humilité, manières de l’exercer, qui peuvent être prises simultanément. Le premier degré, caractéristique pour saint Benoit, souligne  l’importance des conditions pour vivre l’humilité : se mettre toujours en  présence de Dieu et chercher à faire sa volonté. C’est le fondement de l’humilité chrétienne. Il y a un réalisme dans l’examen de la condition humaine et une confession de la transcendance et l’omniprésence de Dieu, qui pénètre les profondeurs du cœur humain.

L’être humain vient de l’« humus » (racine du terme de l’humilité), de la  terre, créé par Dieu qui donne  vie et l’ouvre également à la vie éternelle. On part  de la « crainte de Dieu » pour arriver, par la purification qu’offre l’humilité, à être comblé tout simplement par amour. Le deuxième degré (manifestation) insiste sur la nécessité de rechercher en tout la volonté de Dieu, sachant que la recherche de sa propre volonté serait  l’origine d’une déshumanisation.

Lorsque nous pensons à cette ambiance de « retour » vers Dieu, dans notre contexte actuel, nous rencontrons d’énormes difficultés. Il n’est pas étonnant que l’humilité et l’obéissance soient perçues comme  vertus à l’encontre de la  culture générale. Et qu’elles soient également difficiles à pratiquer entre nous, religieux, car cela a à voir également avec l’oubli de Dieu,  l’athéisme larvée, la crise du sacré, le « désenchantement » du monde (sciences, techniques, raison se suffisent). Une ambiance  qui est un bouillon de culture de l’individualisme, de la tentation d’autoréalisation, des protagonismes (de la modernité prométhéenne) ou du narcissisme résigné (postmoderne). Egalement se perd le sens du péché, avec  un relativisme moral et de valeurs. Il faut y ajouter l’ambiance générale de la sensualité et concupiscence. Dans ce climat général, il n’est pas étonnant que l’humilité nous demande un rude travail. Nous avons besoin d’aide pour nous maintenir  dans une attitude radicale de  foi et de  recherche de la volonté de Dieu en toutes choses. Surtout dans les moments critiques de notre vie, vient  la question fondamentale : qui contrôle ma vie ? Qui décide de ma vie ?


Saint Benoit fait beaucoup d’autres considérations intéressantes sur l’humilité, mais il n’y a pas ici place pour les commenter. Pour lui, là se situe  l’essentiel de sa règle. Tout le reste est développement de ces principes. Justement  pour le Bon Père les vertus de l’obéissance et l’humilité sont fondamentales pour vivre la vocation sscc. Dans de nombreuses lettres il les recommande aux  frères et sœurs. Les chapitres de la règle qu’il recommande dans  la circulaire du 11 février 1826, sont précisément  ceux qui soulignent surtout l’humilité (liée à obéissance et à la pauvreté).

Rappelons, pour terminer, quelques citations du fondateur :

- « La dévotion au Sacré-Cœur, l’humilité, la douceur, seront les vertus fondamentales de la Congrégation ». (2197 LEBP, Règlement du Bon père, 1798).


- « Nous vous recommandons surtout ce sentiment d'obéissance, qui seul fait les véritables religieux, cet esprit de Pauvreté et de détachement, qui dispose l'âme à tous les sacrifices, cette humilité sincère, qui éloigne le murmure » (LEBP, clôture du deuxième Chapitre Général, 20.09.1824).


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