La Regla de san Benito
en la Congregación de los SSCC
La Règle de Saint Benoît dans la Congrégation des SSCC
The Rule of St. Benedict in the Congregation of the
SSCC
Felipe F. Lazcano Hamilton sscc
La primera persona en quien pensó la
comunidad fue David Lavich ocso. A
David lo conocemos en la comunidad porque nos ha hecho algunas visitas. Es
sobre todo conocido por nuestros hermanos de Estados Unidos, ya que fue miembro
de la provincia, habiendo vivido un buen número de años en Japón como sscc. Con
el tiempo descubrió que su vocación era la vida trapense. Fue admitido en la
orden, fue también, curiosamente, enviado a Japón y desde hace unos años
llamado a servir en el gobierno general de los trapenses, en Roma. Era el
hombre adecuado, un hombre que vive según la regla benedictina y que conserva
su corazón picpuciano. Sin embargo no puedo ser. Justo en esas fechas estaban
teniendo el capítulo general de la orden, monjes y monjas conjuntamente, en
Asís.
Entonces a nuestro superior local,
Camille Sapu, se le ocurrió pedir a un servidor si podría animar este retiro.
No dije que no. Y me puse a leer y a preparar algunas páginas. Al final me ha
resultado un pequeño folleto que se puede encontrar en la biblioteca de nuestro
sitio web, en la sección Espiritualidad SSCC/San Benito/ Os invito a leerlo.
Comenzaba preguntándome ¿por qué la
Regla de san Benito? ¿Qué les llevó a los fundadores a tomarla como base de una
futura regla de los SSCC? ¿Cómo una regla de vida contemplativa se hace valiosa
para una comunidad nueva y decididamente apostólica? También he tratado de ver,
en el conjunto de la Regla, qué hay de particular en los capítulos que el Buen
Padre recomienda (en la Carta Circular de 1826). Por último, ofrezco un
“decálogo” sobre cómo la Regla de san Benito nos ayuda a vivir hoy nuestra
vocación y misión SSCC.
En este post quisiera resaltar solamente dos aspectos que estuvieron
particularmente presentes en el diálogo que tuvimos en la comunidad a partir de
lo presentado: la obediencia y la humildad. Estos temas son nucleares en
la regla benedictina. Son la base de la ascética monástica para configurarse
con Cristo. Están en el fundamento de la manera de responder al don de la
vocación a la consagración religiosa.
De hecho, ya en las primeras líneas
del Prólogo aparece “el trabajo de la obediencia a Aquel de
quien te habías apartado por la desidia de la desobediencia” (Prólogo, 2). “A ti se dirige mi palabra…que renunciando a
tus propias voluntades, empuñas las fortísimas y esclarecedoras armas de la obediencia”
(Prólogo, 3). La obediencia es el camino para “retornar” a Dios y alcanzar la plena condición de
hijos. El paradigma de la obediencia es el mismo Jesús. La vida monástica, al
igual que nuestra vida religiosa sscc, es un camino para despojarse de sí mismo
y configurarse con Cristo, para hacer “nuestras
las actitudes, opciones y tareas que llevaron a Jesús al extremo de tener su
corazón traspasado en la cruz” (Constituciones Art.3).
La obediencia, presente en numerosos
capítulos de la Regla, recibe un tratamiento más extenso en el Capítulo 5. La manera de concretar la
obediencia religiosa en el monasterio posiblemente varíe de cómo nosotros la
queremos vivir hoy en nuestras comunidades apostólicas (frecuentemente de pocos
miembros). Sin embargo, la actitud de fondo es esencial es para “aquellos que ninguna cosa estiman tanto
como a Cristo” (Capítulo 5, 2). La Regla dirige la mirada al interior del
corazón. Las motivaciones podrán ser diversas (temor, costumbre…), siendo
finalmente el amor a Cristo la decisiva. En el corazón vemos las actitudes con
que respondemos. Nuestras Constituciones (hermanos, Art.31-37) nos animan a la responsabilidad
y participación de todos en el discernimiento de la voluntad de Dios, con el
cometido propio del superior respectivo. El diálogo fraterno y la oración no
pueden faltar. Finalmente llega una decisión.
La Regla benedictina invita a ver lo
que nos ocurre en el interior, en el corazón, cuando nos toca obedecer, ya sea
un cambio de comunidad, de obra, o a las decisiones de los superiores, de los
planes comunitarios, etc... Todo lo que tiene que ver con la indecisión, las quejas,
la lentitud, el poner trabas, los fastidios, las murmuraciones, la agitación de
otras personas… todo eso no ayuda a la misión, quita fuerza a la libertad
interior y mérito (generosidad, amor) al acto de obediencia.
Intrínsecamente
unida a la obediencia encontramos la humildad.
Así, al inicio del Capítulo 5, la Regla dice: “El primer grado de humildad es una obediencia sin demora”. Es en
el Capítulo 7 donde la Regla desarrolla el tema de la humildad. San Benito usa
la expresión “grados”, que hay que entender como facetas diversas de la
humildad, maneras de ejercitarla, que pueden darse simultáneamente. El primer
grado, característico de san Benito, marca la atmósfera para vivir la humildad:
ponerse siempre ante la presencia de Dios y buscar
obedecer su voluntad. Es la base de la humildad cristiana. Hay un
realismo en la consideración de la condición humana y una confesión de la
trascendencia y omnipresencia de Dios, que penetra lo más profundo del corazón
del ser humano.
El ser humano viene del “humus” (raíz
del término humildad), de la tierra, creado por Dios que le da la vida y le abre también a la vida eterna. Se
parte del “temor de Dios” para ir llegando, por la purificación que otorga la
humildad, a ser suplido por el simple amor. El segundo grado (manifestación)
insiste en la necesidad de buscar en todo la voluntad de Dios, sabiendo que la
búsqueda de la propia voluntad puede ser el origen de la deshumanización.
Cuando pensamos en esta atmósfera de
religación con Dios en nuestro contexto actual se nos plantean enormes
dificultades. No es extraño que la humildad (y la obediencia) sean virtudes
contraculturales. Y que sean difíciles también entre nosotros, religiosos,
porque nos afecta igualmente el olvido de Dios, el ateísmo larvado, la crisis
de los sagrado, el “desencanto” del mundo (ciencia, técnica, razón son
suficientes). Una atmósfera que es caldo de cultivo para el individualismo,
para la tentación de la auto-realización, para los protagonismos (de la
modernidad prometeica) o para el narcicismo resignado (postmoderno). Igualmente
se debilita el sentido del pecado, se entra fácilmente en un relativismo moral
y valórico. Añadamos la sensualidad y la concupiscencia ambiental. Con este mar
de fondo no es extraño que la humildad nos cueste trabajo. Nos hace falta mucha
ayuda para permanecer en una actitud radical de fe y de búsqueda de la voluntad
de Dios en todas las cosas. Sobre todo en momentos críticos de nuestra vida se
alza la pregunta fundamental: ¿quién controla mi vida? ¿quién decide mi vida?
San Benito hace muchas otras consideraciones interesantes sobre la humildad, pero aquí no hay espacio para comentarlas. Para él aquí reside lo esencial de su Regla. Lo demás es desarrollo estos estos principios. Justamente para el Buen Padre las virtudes de la obediencia y la humildad son fundamentales para vivir la vocación sscc. En numerosas cartas las recomienda a los hermanos y hermanas. Los capítulos de la Regla que recomienda en la carta circular de 11 de febrero de 1826 son precisamente los que ponen el énfasis sobre todo en la humildad (relacionada con la obediencia y la pobreza).
San Benito hace muchas otras consideraciones interesantes sobre la humildad, pero aquí no hay espacio para comentarlas. Para él aquí reside lo esencial de su Regla. Lo demás es desarrollo estos estos principios. Justamente para el Buen Padre las virtudes de la obediencia y la humildad son fundamentales para vivir la vocación sscc. En numerosas cartas las recomienda a los hermanos y hermanas. Los capítulos de la Regla que recomienda en la carta circular de 11 de febrero de 1826 son precisamente los que ponen el énfasis sobre todo en la humildad (relacionada con la obediencia y la pobreza).
Recordemos,
para terminar, un par de citas del fundador:
- “La devoción al
Sagrado Corazón, la humildad, la mansedumbre, serán las virtudes fundamentales
de la Congregación”. (LEBP
2197, Reglamento del Buen Padre, 1798).
- “Os recomendamos
sobre todo ese sentimiento de obediencia, que solo hace a los verdaderos
religiosos, ese espíritu de pobreza y desapego, que dispone el alma a todos los
sacrificios, esa humildad sincera que aleja la murmuración” (LEBP 981, Carta
circular anunciando la clausura del 2º Capítulo General, 20.09.1824.)
The Rule of
St. Benedict in the Congregation of the SSCC
The
local community of the General House of the brothers, in their community
project [PARL], decided to have a day of retreat at the beginning of the
2017-18 [September-June] period. In keeping with what the whole Congregation is
living in this year of the bicentennial of pontifical approval, the theme
chosen for the retreat was the Rule of
St. Benedict. In this "year of
the Constitutions" it was thought that it would be good to reflect and
meditate on the Benedictine rule, "which is the foundation of ours".
As
a presenter, the community first thought of David Lavich ocso. We know David in the community because he has
made us some visits. It is especially known to our brothers of the United
States, since he was a member of the province, having lived a good number of
years in Japan as sscc. Over time he discovered that his vocation was Trappist
life. He was admitted to the order, curiously sent to Japan and for some years
called to serve in the general government of the Trappists, in Rome. He was the
right man, a man who lives according to the Benedictine rule and who retains
his Picpucian heart. However it was not to be. Just at that time they were
having the general chapter of the order, monks and nuns together, in Assisi.
Then
it occurred to our local superior, Camille Sapu, to ask a volunteer to animate
this retreat. I did not say no. And I started to read and prepare some pages. Finally,
I wrote a small brochure that can be
found in the library of our website, in the section Spirituality SSCC / Saint
Benedict / I invite you to read it.
I
began by wondering why the Rule of St. Benedict? What led the founders to take
it as the basis for a future SSCC rule? How does a contemplative rule of life
become valuable to a new and decidedly apostolic community? I have also tried
to see, in the whole of the Rule, what is particular about the chapters
recommended by the Good Father (in the Circular Letter of 1826). Finally, I
offer a "decalogue" on how the Rule of St. Benedict helps us to live
our SSCC vocation and mission today.
In
this post I would like to highlight just two aspects that were particularly
present in the dialogue we had in the community based on what was presented: obedience and humility. These themes are nuclear in the Benedictine rule. They
are the basis of the monastic ascetics to be configured with Christ. They are
at the foundation of how to respond to the gift of vocation to religious
consecration.
In
fact, already in the first lines of the Prologue
appears "the work of obedience to
Him from whom you had withdrawn because of the sloth of disobedience"
(Prologue, 2). "To you my word is
directed ... that by renouncing your own wills, you take up the strong and
enlightening weapons of obedience" (Prologue, 3). Obedience is the way
to "return" to God and reach the full status of children. The
paradigm of obedience is Jesus himself. Monastic life, like our sscc religious
life, is a way to strip ourselves of ourselves and to conform ourselves to
Christ, in order to make "our
attitudes, options and tasks that led Jesus to the point of having his Heart transpierced
on the cross" (Constitutions Art.3).
Obedience,
which is present in many chapters of the Rule, is dealt with more extensively
in Chapter 5. The manner of practicing
religious obedience in the monastery may vary from how we want to live it today
in our apostolic communities (often of few members). However, the basic
attitude is essential is for "those
who esteem nothing as much as Christ" (Chapter 5, 2). The Rule focuses
on what is in the heart. The motivations may be different (fear, custom ...),
love for Christ being, however, the finally decisive factor. In the heart we
see the attitudes with which we respond. Our Constitutions (Brothers, Art.
31-37) encourage us all to take responsibility and participate in the
discernment of God's will, with the proper role of the respective superior.
Fraternal dialogue and prayer cannot be lacking. Finally we come to a decision.
The
Benedictine Rule invites us to see what happens to us in the interior, in the
heart, when we have to obey, whether it is a change of community, of work, or
the decisions of superiors, community plans, etc. Whatever has to do with
indecision, complaints, slowness, setbacks, annoyances, murmurings, agitation
of other people ... does not help the mission, deprives the act of obedience of
strength to inner freedom and merit (generosity, love).
Intrinsically
united to obedience we find humility.
Thus, at the beginning of Chapter 5, the Rule says: "The first degree of humility is obedience without delay." It
is in Chapter 7 that the Rule
develops the theme of humility. St. Benedict uses the expression
"degrees," which must be understood as different facets of humility,
ways of exercising it, which can occur simultaneously. The first degree,
characteristic of Saint Benedict, marks the atmosphere in which to live
humility: to stand always before the
presence of God and seek to obey his will. It is the basis of Christian
humility. There is a realism in the consideration of the human condition and a
confession of the transcendence and omnipresence of God, which penetrates the
depth of the human heart.
The
human being comes from the "humus"
(root of the term humility), from the earth, created by God who gives him life
and also opens him to eternal life. It is part of the "fear of God"
to arrive, by the purification that humility bestows, to be replaced by simple
love. The second degree (manifestation) insists on the need to seek God's will
in everything, knowing that the search for one's own will may be the source of one’s
own undoing.
In
our present context, we have enormous difficulties in thinking of reconnecting
with God. It is not surprising that humility (and obedience) are
counter-cultural virtues. And that they are difficult also among us, religious,
because we are equally affected by the forgetfulness of God, larval atheism,
the crisis of the sacred, the "disenchantment" of the world (science,
technique, reason are enough). This is an atmosphere that is a breeding ground
for individualism, for the temptation of self-realization, for protagonism (of
Promethean modernity) or for fatalistic (postmodern) narcissism. With an
equally weakened sense of sin, one easily enters into a moral and value
relativism. Let us add sensuality and ever present concupiscence. With this scenario,
it is not strange that humility costs us a lot of effort. We need much help to
remain in a radical attitude of faith and seeking the will of God in all
things. In these critical moments of our life, the fundamental question arises:
who controls my life? Who makes the
decisions for my life?
St. Benedict gives many other
interesting considerations about humility, but here there is no room for
comment. For him the essence of his Rule lies in humility. The rest is
developing these principles. For the Good
Father the virtues of obedience and humility are fundamental to living the
vocation sscc. In many letters he recommends them to the brothers and sisters.
The chapters of the Rule recommended in the Circular Letter of February 11,
1826, are precisely those that emphasize humility
(related to obedience and poverty).
To
close out our reflection, let us recall, a couple of quotes from the founder:
- "Devotion to the Sacred Heart, humility, meekness, will be the
fundamental virtues of the Congregation." (LEBP 2197, Rules of the Good
Father, 1797).
- "Above all, we recommend you that attitude of obedience, which alone
makes the true religious, that spirit of poverty and detachment, which disposes
the soul to all sacrifices, that sincere humility that keeps the grumbling at bay." (LEBP 981, circular letter
announcing the closing of the 2nd General Chapter, 20.09.1824.)
La Règle de Saint Benoît dans la Congrégation des SSCC
La communauté locale de la Maison
générale des frères, dans son projet communautaire, a décidé de prendre une journée de retraite au début de l’année
2017-18. En lien avec ce que la
Congrégation vit en cette année du 200ème
anniversaire de l’approbation
pontificale, le thème choisi pour la retraite fut la Règle de Saint Benoît.
En cette « année des constitutions », nous avons pensé qu’il serait bon de réfléchir et de
méditer sur la règle bénédictine, « qui constitue le fondement de la nôtre ».
La première personne à qui pensa la
communauté, pour nous aider en cette réflexion,
fut David Lavich Ocso. Dans la Communauté, nous connaissons bien
David car il nous a plusieurs fois rendu visite. Il est surtout connu par nos frères
des Etats-Unis, puisqu’il a fait partie de la province, après avoir vécu de
nombreuses années au Japon, comme membre
des sscc. Avec le temps, il a découvert que sa vocation était plutôt la vie de
trappiste. Il fut admis dans l’Ordre, et
envoyée aussi, curieusement, au Japon et depuis quelques années il a été appelé
à servir dans le gouvernement général des trappistes, à Rome. C’était l’homme
idéal pour notre projet, un homme qui vit selon la règle bénédictine et garde
un cœur de picpucien. Hélas il ne put accepter, car juste à ces dates-là, se
tenait le chapitre général de leur
ordre, moines et moniales en même temps,
à Assise.
Puis est venu à notre supérieur
local, Camille Sapu, l’idée de demander
à votre serviteur s’il acceptait d’animer cette retraite. Je n’ai pas dit non.
Je me suis mis aussitôt à lire, préparer et écrire quelques lignes. En fin de
compte je me suis retrouvé avec un petit
livret que l’on peut trouver dans la
bibliothèque de notre site web, dans la section
Spiritualité SSCC/San Benito Je vous invite à le lire :
J’ai commencé par me demander :
pourquoi la règle de Saint Benoît dans notre congrégation? Qu’est-ce qui a conduit les fondateurs à la prendre comme
base pour une future règle des SSCC ? Comment une règle de vie contemplative
peut-elle être opportune pour une communauté
nouvelle et principalement apostolique ? Egalement j’ai essayé de chercher, dans l’ensemble de la Règle,
ce qu’il y a de particulier dans les chapitres que le Bon Père recommande (lettre
circulaire de 1826). Enfin, je propose
un « décalogue » pour montrer comment la règle de Saint Benoît nous
aide à vivre notre vocation et notre mission SSCC aujourd'hui.
Dans ce post, je voudrais souligner seulement deux aspects qui ont été
particulièrement présents dans l’échange que nous avons eu dans la communauté à
partir de ce qui est présenté : l’obéissance
et l’humilité. Ces thèmes sont centraux dans la règle bénédictine. Ils sont la base de
l’ascèse monastique pour nous configurer au Christ. Ils sont à la base pour
répondre au don d’une vocation à la consécration religieuse.
En fait, déjà dans les premières
lignes du prologue apparaît ceci : « l’œuvre de
l’obéissance à Celui de qui tu t’étais séparé par l’apathie de la
désobéissance » (prologue, 2). « A toi s’adresse ma parole... renonçant à ta volonté propre, tu t’empares
des puissantes et éclairantes armes de l’obéissance » (Préface, 3).
L’obéissance est le chemin pour« retourner » à Dieu et atteindre la
pleine condition de fils. Le paradigme de l’obéissance, c’est Jésus lui-même.
La vie monastique, comme notre vie religieuse sscc, est un chemin pour se dépouiller
de soi-même et se configurer au Christ,
pour faire nôtres « les attitudes, les options et les œuvres qui ont amené Jésus à l’extrême, jusqu’à son cœur transpercé sur la Croix » )
Les constitutions Art.3).
L’obéissance, présente dans plusieurs
chapitres de la règle, est plus amplement traitée dans le Chapitre 5. La
manière de pratiquer concrètement l’obéissance religieuse dans un monastère est
sûrement bien différente de la manière dont
nous voulons la vivre aujourd'hui dans nos communautés apostoliques
(habituellement avec peu de membres).
Toutefois, l’attitude fondamentale est
essentiellement a même pour « ceux
qui n’estiment rien au-dessus du Christ » (chapitre 5, 2). La règle
oriente le regard vers l’intérieur du cœur. Les motivations pourront être différentes
(peur, habitudes...), mais l’amour du Christ devra être finalement la décisive. Au fond de notre cœur nous décelons les attitudes qui guident notre
réponse. Nos constitutions (des frères, Art.31-37) nous encouragent à la
responsabilité et à la participation de tous dans le discernement de la volonté
de Dieu, avec le rôle propre du supérieur respectif. Le dialogue fraternel et
la prière ne doivent pas faire défaut. Et enfin une décision peut être prise.
La règle bénédictine invite à voir ce qui se passe à l’intérieur,
dans le cœur, lorsque nous avons à
obéir, que ce soit pour un changement de Communauté, de travail, ou par
décisions des supérieurs, ou pour un nouveau
projet de Communauté, etc.... Tout ce
qui a trait à l’indécision, à des plaintes, à la faiblesse, à des obstacles
divers, aux ennuis, aux murmures, ou à l’agitation d’autres personnes... tout cela
n’aide pas la mission, mais au contraire
fait perdre la force de la liberté intérieure, du don de soi (générosité,
amour) et la pratique de l’obéissance.
Intrinsèquement liée à l’obéissance,
nous trouvons l’humilité. Ainsi, au début du chapitre 5, la
règle dit : « le premier degré d’humilité c’est l’obéissance
immédiate ». C’est au chapitre
7, que la règle développe le thème de l’humilité. Saint Benoit utilise l’expression « degrés », qu’il
faut entendre comme facettes variées
d’humilité, manières de l’exercer, qui peuvent être prises simultanément. Le
premier degré, caractéristique pour saint Benoit, souligne l’importance des conditions pour vivre
l’humilité : se mettre toujours en présence de Dieu et chercher à
faire sa volonté. C’est le fondement de l’humilité chrétienne. Il y a
un réalisme dans l’examen de la condition humaine et une confession de la
transcendance et l’omniprésence de Dieu, qui pénètre les profondeurs du cœur
humain.
L’être humain vient de l’« humus » (racine du terme de l’humilité),
de la terre, créé par Dieu qui
donne vie et l’ouvre également à la vie
éternelle. On part de la « crainte
de Dieu » pour arriver, par la purification qu’offre l’humilité, à être
comblé tout simplement par amour. Le deuxième degré (manifestation) insiste sur
la nécessité de rechercher en tout la volonté de Dieu, sachant que la recherche
de sa propre volonté serait l’origine
d’une déshumanisation.
Lorsque nous pensons à cette ambiance
de « retour » vers Dieu, dans notre contexte actuel, nous rencontrons
d’énormes difficultés. Il n’est pas étonnant que l’humilité et l’obéissance soient
perçues comme vertus à l’encontre de la culture générale. Et qu’elles soient également
difficiles à pratiquer entre nous, religieux, car cela a à voir également avec l’oubli
de Dieu, l’athéisme larvée, la crise du
sacré, le « désenchantement » du monde (sciences, techniques, raison
se suffisent). Une ambiance qui est un
bouillon de culture de l’individualisme, de la tentation d’autoréalisation, des
protagonismes (de la modernité prométhéenne) ou du narcissisme résigné
(postmoderne). Egalement se perd le sens du péché, avec un relativisme moral et de valeurs. Il faut y
ajouter l’ambiance générale de la sensualité et concupiscence. Dans ce climat
général, il n’est pas étonnant que l’humilité nous demande un rude travail. Nous
avons besoin d’aide pour nous maintenir dans
une attitude radicale de foi et de recherche de la volonté de Dieu en toutes
choses. Surtout dans les moments critiques de notre vie, vient la question fondamentale : qui contrôle
ma vie ? Qui décide de ma vie ?
Saint Benoit fait beaucoup d’autres
considérations intéressantes sur l’humilité, mais il n’y a pas ici place pour
les commenter. Pour lui, là se situe
l’essentiel de sa règle. Tout le reste est développement de ces
principes. Justement pour le Bon Père
les vertus de l’obéissance et l’humilité sont fondamentales pour vivre la
vocation sscc. Dans de nombreuses lettres il les recommande aux frères et sœurs. Les chapitres de la règle qu’il
recommande dans la circulaire du 11
février 1826, sont précisément ceux qui
soulignent surtout l’humilité (liée à obéissance et à la pauvreté).
Rappelons, pour terminer, quelques
citations du fondateur :
- « La dévotion au Sacré-Cœur,
l’humilité, la douceur, seront les vertus fondamentales de la
Congrégation ». (2197 LEBP, Règlement du Bon
père, 1798).
-
« Nous vous recommandons surtout ce sentiment d'obéissance, qui seul fait
les véritables religieux, cet esprit de Pauvreté et de détachement, qui dispose
l'âme à tous les sacrifices, cette humilité sincère, qui éloigne le murmure »
(LEBP,
clôture du deuxième Chapitre Général, 20.09.1824).
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