Monday, October 6, 2014

Desafíos a la Misión en la Evangelii Gaudium del Papa Francisco

Alex Vigueras Cherres ss.cc., provincial de Chile



      1.     Comunicar una buena noticia

El papa insiste en que la misión tiene que ver con comunicar algo. Esto tiene dos acentos: comunicar una noticia que es fuente de alegría y la necesidad de tomar conciencia de que la comunicación de esta buena noticia está en el centro de nuestra misión.  Es volver a percibir aquello que es la esencia de la misión. Así leemos en EG: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son li­berados del pecado, de la tristeza, del vacío inte­rior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. (EG 1) Es interesante percibir que la alegría no le viene añadida porque sí, sino porque sana, llena el corazón y la vida entera de vida y de paz, libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento, invitando a la comunión solidaria (cf. EG 89). “Es el anuncio que responde al anhelo de infinito que hay en todo corazón humano” (EG 165). Tiene que ver con darle sentido a la vida, con la posibilidad de que las personas pueden cambiar.

El Papa quiere subrayar la primacía de la gracia: “[La alegría] se adapta y se transforma, y siempre per­manece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente ama­do, más allá de todo”. (EG 6) En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siem­pre que la iniciativa es de Dios, que « Él nos amó primero » (1 Jn 4,19) (EG 12). Debemos alegrarnos, porque Dios se regocija con nosotros: « Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo » (Sofonías 3,17) (EG 4).  Nuestro anuncio debe ser claro en expresar “el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa” (EG 165). Porque todo tiene su fundamento en esta gracia que recibimos, adquiere sentido la misericordia de Dios para con nosotros: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia…Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a em­pezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría”. (EG 3) “La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”. Es importante el hecho que sea lugar para “todo el mundo”, donde nadie se sienta excluido, donde todos quepan. “Gratuidad” se vincula íntimamente con “todos”. A veces damos la impresión de que la Iglesia es un espacio para los buenos. “El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos…Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor” (EG 39).

Un ejemplar de la EG durante el Consejo General Ampliado,
Roma septiembre 2014
Para el Papa Francisco evangelizar tiene que ver con profundizar el kerygma, en dos direcciones: Primero, clarificar su contenido (el “qué”); segundo, clarificar el modo de anunciarlo (el “cómo”). Y esto, a partir del diagnóstico de que este anuncio, muchas veces, ha sido mutilado, reducido a algunos aspectos secundarios, descontextualizado. Nos hemos obsesionado “por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer con insistencia” (EG 35). A veces hemos dado por supuesto “que nuestros interlocutores conocen el trasfondo completo de lo que decimos o que puedan conectar nuestro discurso con el núcleo central del Evangelio que le otorga sentido, hermosura, atractivo” (EG 34). Cuando la propuesta se simplifica, “se vuelve más contundente y radiante” (EG 35). El papa Francisco intenta una formulación sintética del kerigma: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (EG 164). En otro lugar nos señala el anuncio fundamental: “el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad” (EG 128).

Tenemos que tomar conciencia que, a veces, el haber permanecido fieles a formulaciones tradicionales, puede haber significado la transmisión de “un falso dios o un ideal humano que no es verdaderamente cristiano. De ese modo, somos fieles a una formulación, pero no entregamos la substancia” (EG 41). Toda transmisión del mensaje, para que despierte la adhesión del corazón debe ser hecha con cercanía, amor y testimonio. (Cf. EG 42)



2.    La Buena Noticia es una persona: Jesucristo

Para poder anunciar la buena noticia es imprescindible hacer una experiencia de Jesucristo. Por ello el Papa invita “a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encon­trar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”. (EG 3). Y esto, porque “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nue­vo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. (Deus caritas est, 1. EG 7). Este encuentro es el que nos puede rescatar de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad (cf. EG 8). En Jesucristo descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión” (DA 360, EG 10). El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura (EG 88).


3.    La transformación misionera de la Iglesia: una Iglesia en salida.

La salida misionera es el pa­radigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya « no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos” (DA 548). Podríamos estar frente a un cambio de paradigma: de la Iglesia comunión (referencia más ad intra) a la Iglesia en salida (referencia más ad extra, sin perder referencia ad intra), que busca ser más fiel a la categoría Iglesia Pueblo de Dios del Concilio Vaticano II. En definitiva esta dinámica de salida tiene que ver con un dinamismo del amor de Evangelio que “nos invita siempre a correr el riesgo del encuen­tro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenen­cia a la comunidad, del servicio, de la reconcilia­ción con la carne de los otros” (EG 88). “La alegría del Evangelio…es una alegría misionera…siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá” (EG 21). El papa sintoniza con la invitación de la Conferencia de Aparecida en el sentido de que todos somos llamados a esta salida misionera. Es lo que se quiso expresar con la expresión “discípulos misioneros”. (Cf. EG 20)

Alex en "La casa del Samaritano"
en Atitalaquia, Hidalgo, México
El llamado al encuentro personal con Jesucristo, en su dinámica centrípeta, no se contradice con el impulso misionero, pues la intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión ‘esencial­mente se configura como comunión misione­ra’ (Chrl 32).  Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin de­moras, sin asco y sin miedo” (EG 23). Características de esta salida serán: primerear: adelantarse, tomar la iniciativa para llegar a los cruces de los caminos, a los excluidos; involucrarse: asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo; acompañar en todos sus procesos; fructificar: frutos de vida nueva; festejar: celebra y festeja cada pequeña victoria. Es espacio privilegiado es la liturgia (cf. EG 24).

Todo esto implica una conversión pastoral que lo transforme todo: “las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial”. Hay que hacer un esfuerzo para “que la pastoral ordi­naria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida” (EG 27). Será necesario que la parroquia “esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos…que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participa­ción, y se orienten completamente a la misión” (EG 28).

La Iglesia en salida es una Iglesia con las puertas abiertas, la casa paterna, más que una aduana. Es interesante la observación que hace el Papa cuando nos dice que “salir hacia los demás…muchas ve­ces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o re­nunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino” (EG 46). “Salir” es “aproximarse”. Las puertas abiertas permiten salir, pero también entrar. Por eso “uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes” (EG 47). Así el Papa llega a decir: Prefiero una Iglesia accidentada antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias segurida­des…Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra con­ciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estruc­turas que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: « ¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37). (EG 49)

Las puertas abiertas valen “sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es ‘la puerta’, el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles…A menudo nos comporta­mos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (EG 47).

La Iglesia en salida es la invitación a ser Pueblo. Es una dimensión fundamental de la Iglesia comunión. En las palabras de Francisco: Para ser evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espi­ritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268). “Cau­tivados por ese modelo [Jesús], deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus nece­sidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprome­temos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obliga­ción, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de ale­gría y nos otorga identidad” (EG 269). “Jesús quiere que toque­mos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás…que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo” (EG 270). “Queda claro que Jesucristo no nos quiere príncipes que miran despectivamente, sino hom­bres y mujeres de pueblo” (EG 271). “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una mi­sión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vi­vificar, levantar, sanar, liberar…Si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanente­mente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo” (EG 273). En una línea semejante, Hubert Lanssiers, ss.cc., nos ponía delante de lo tremendo de la opción pos los pobres: “soñaremos con ellos, viviremos con ellos, seremos como poseídos por ellos…nos chuparán la sangre”.

En esta línea, el papa nos invita a valorar las expresiones de la religiosidad popular, pues, “se trata de una auténtica fe católica con modos propios de expresión y de pertenencia a la Iglesia. No con­viene ignorar la tremenda importancia que tiene una cultura marcada por la fe, porque esa cultura evangelizada, más allá de sus límites, tiene mu­chos más recursos que una mera suma de creyen­tes frente a los embates del secularismo actual. Una cultura popular evangelizada contiene valo­res de fe y de solidaridad que pueden provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida”(EG 68). De este modo, “puede decirse que ‘el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo’. Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios” (EG 122). El papa nos desafía a una nueva forma de aproximarnos a esta religiosidad, pues “sólo desde la conna­turalidad afectiva que da el amor podemos apre­ciar la vida teologal presente en la piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus pobres… Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu San­to que ha sido derramado en nuestros corazones” (cf. Rm 5,5) (EG 125).


4.    El privilegio de los pobres

En la línea de Aparecida, el Papa sitúa este privilegio de los pobres como una dimensión inseparable de nuestra fe (cf. EG 48). La “opción por los últimos” no debe faltar jamás (cf. EG 195). Por eso el Papa nos dice que quiere una Iglesia pobre para los pobres” (EG 198). Por esta razón nadie debería decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida impli­can prestar más atención a otros asuntos” (EG 201).

Es interesante la perspectiva que sitúa a los pobres como evangelizadores de la Iglesia, en efecto, el Papa señala: “ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG 198).

Nos llama especialmente la atención la insistencia del papa en el modo de esta opción por los pobres. Se trata de una aten­ción puesta en el otro ‘considerándolo como uno consigo’. Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siem­pre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia…Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamen­te en su camino de liberación” (EG 199).

Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pue­blo y del mundo en que vivimos. (EG 216) La “revolución de la ternura” a la que el Papa nos invita tiene que ver con cuidar la fragilidad, pero desde la conciencia de nuestra propia fragilidad. Esto nos conecta con un rostro maternal de la Iglesia. (cf. EG 88, 210)



5.    Relevancia de la Sagrada Escritura

“El estudio de las Sagradas Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupacio­nes católicas, proponer un estudio serio y perse­verante de la Biblia, así como promover su lec­tura orante personal y comunitaria” (EG 175).


6.    Protagonismo de los laicos

“Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados…[Su tarea] Se limi­ta muchas veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad. La formación de laicos y la evangelización de los grupos pro­fesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral importante” (EG 102). “La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautiza­dos” (EG 120)

7.    Mayor protagonismo de la mujer

A pesar de que hoy la mujer tiene mucho más espacios de participación, el papa señala que “es necesario ampliar los espa­cios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Porque ‘el genio femenino es ne­cesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral’ y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las es­tructuras sociales” (EG 103).


8.    La atención a los agentes pastorales

Es interesante la preocupación que expresa el Papa por la misión ad intra de la Iglesia. En el centro de esa atención misionera deben estar los agentes pastorales: “Necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agen­tes pastorales, ‘lugares donde regenerar la pro­pia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finali­dad de orientar al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales’” (EG 77). Citando el documento de Aparecida nos reitera que la mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Igle­sia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgas­tando y degenerando en mezquindad” (DA 12, en: EG 83).

Durante el Consejo General Ampliado, Casa General, septiembre 2014



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