Sunday, July 11, 2021

'Pasarejos' a Kinshasa





Por Nacho Moreno sscc



No está mal escrito, así hablaba una de las jefas del avión que nos transportó, lo dijo varias veces, no era un error de una vez. Se agradece el esfuerzo de intentar hablar español, quizá tenía dislexia. Chinos con EPI forrados de guante, máscara y pantalla facial, embutidos en trajes blancos y con maletas blancas, el miedo es libre, la imagen es de película de central nuclear atacada por alienígenas. Los pasarejos permanecerán en el avión. Una escala metida de gañote en Brazzavile nos enseña la primera muestra de cómo alguien puede perder los nervios con tono congolés, muy enfadados por el retraso y las estúpidas explicaciones de una tripulación que no tenía nada que explicar, pero que anunciaba la partida pronta y todavía quedaba embarcar a 200 pasajeros que saltaban a Kinshasa y seguían a París. ¿Por qué no al revés? Dicen que para cargar combustible más barato, pero no lo cargaron, o no lo supimos. En fin, más retraso y un salto de diez minutos de vuelo a nuestro destino atravesando el enorme río Congo.

 

Aeropuerto de NDjili, experiencia inoolvidable. Nos recoge Papá Richard, un comandante del aeropuerto, que nos aliviará un poco la llegada de dos blanquitos con cara de tener dinero. Antes nos obligan a una PCR que ya habíamos hecho, lo exigía la compañía aérea. Nos cobraron 45$ por barba, en una opresiva fila donde no hay orden y todos empujan. Salimos ilesos y los agentes nos dieron la bienvenida, se agradece. Nos sacan las maletas Papá Richard y un joven, increpados por todos los que esperan la cola para pasar un escáner, ya no cuenta tanto ser “padre”. Nuestro custodio nos pide la bendición en medio de aquello, bonito y sorprendente al tiempo. Saliendo de allí nos esperan Camille, el Superior Provincial, y Dança, un estudiante sscc.

 

Calles y caminos

 

Recorremos poca distancia la primera noche, pero a este viajero le van sorprendiendo las cosas más allá de la carretera del aeropuerto. Empieza la vida real de una ciudad de doce millones de habitantes. Tierra, baches y gente a los lados de las calles, mucha gente, yendo y viniendo. Gente apostada vendiendo todo tipo de cosas, gente atestando camionetas y motos, a veces hasta tres o cuatro personas sobre cada una, son taxis. Buses en los que no cabe un alma, no ya un cuerpo. Vehículos que se cruzan y pitos, miles de sonidos de claxon para avisar, no se enfada nadie. Coches llenos de sacos de verduras, carbón o mandioca, o qué se yo, que no se caiga nada es una obra de arte. Y gente que cruza y niños que amagan una carrera que solo para un claxon sonando otra vez.

 

Salir de casa es ya un propósito importante. Una tarde es un paseo sin bajar del coche por el centro de Kinshasa, llegar cuesta un rato largo, con numerosos bouchons”, atascos. En algunos cruces, que son los que a cada uno le da por cruzar, se mezclan vehículos que van en 4 direcciones distintas. Todo un arte no darse un golpe por pequeño que sea. Las furgos atestadas, no cabe un alma, no ya un cuerpo, tratan de meter la cabeza”, expresión local, para ganar el espacio, nosotros también. Hay personas ancianas que tienen que cruzar una marea de vehículos todos llenos y sin querer perder un milímetro de su espacio. Ni una concesión a nadie, sin piedad con los rostros. Difícil de entender.

 

De noche es aún más peligroso, los coches y motos van enhebrando en cada atasco. Pensaba que Roma o Ciudad de México son dos lugares en que se conduce de un modo peligroso y algo violento. Me hablaron de Calcuta, pero no lo conozco. En lo que yo he conocido Kinshasa tiene la nota más alta, quien aprenda a conducir aquí es un verdadero artista. Cruzar una calle sin que te atropellen es otro misterioso milagro, con cosas sobre la cabeza, criaturas a la espalda, cargando un saco enorme o un atado de verduras en lo alto, corriendo y esquivando a tipos que cuando pitan es que ya han avisado. Hay coches desguazados a los lados o en el centro, otros sin luces ya que solo se ven las cuencas vacías, no hay pintura en el suelo, hay mucha arena a los saldos, y de noche, aquí y en Pekín, todos los gatos son pardos.

 

De la única calle grande hay que meterse en otras llenas de gente, siempre gente, mercados y muchos kawasekes (de la marca Kawasaki), una suerte de motocarro de 3 ruedas proveniente de la India para transportar muchos en la caja, no cabe un alma en ninguno, ni que decir tiene un cuerpo. Imagino que llegarán algún día los carrillos tuk tuk asiáticos tirados por hombres. Aquí son a motor porque a ver quién tiene los arrestos de subir a la montaña por un camino de arenas movedizas y más si ha llovido. No tocaba en este tiempo, pero el cambio climático también anda por aquí, no sabe que es época seca.

 

Avanzamos entre esos vehículos, de chapa abollada y podrida, con cristales cambiados por plásticos, de humazo de aceite mal quemado, de ruido de carraca metálica, ejemplo de corrosión que anda, cochambre manifiesta, y mientras ande que siga. Vemos 3 en un burro muchas veces, los habitáculos de los que cargan más van llenos de seres que nos miran y miramos en todos los atascos. Es difícil sostener la mirada, no sabes si eso les molesta o es que ellos directamente nos detestan, es mejor aplicar la mirada genérica acostumbrada cuando estás presidiendo una misa con mucho público. Las miradas solo miran y generan más preguntas y no sé responderlas.

 

Mercados

 

En un paseo hacia el centro salimos del barrio y pasamos por barrios llenos de gente y mercados precarios, Kimbanseke (el nuestro), Masina (también nuestro), otros con algo más de orden como Matete y Limete, llegamos a Gombe, lugar ya de ministros, parlamentarios, colegios jesuitas… Pasamos la catedral, la universidad protestante y la católica. Y rostros, muchos rostros. Vendedores jugándose la vida, andantes con rumbo, más mercados, calles con viviendas de madera y lata, atestadas de chabolas, y rostros. ¿Qué harán cuando lleguen a su casa, un lugar aún peor que la calle? ¿Cómo se ducharán, con un balde y un cazo? ¿Otras cosas que hay que hacer también? ¿Tendrán sofá para tirarse allí después del trabajo de todo el día o se sentarán en el suelo? ¿Dormirán en una mullida cama con edredón, aunque aquí no consta que se necesite, o en una estera en el suelo de tierra, polvo y sustratos? ¿Qué esperarán de mañana, lo mismo que hoy o quizá otra cosa? ¿Habrán planificado sus vacaciones alguna vez en la vida, alguien les preguntará si les gusta la playa o el monte, eso tan importante?


 

Un día nos separamos, Joaquín, mi compañero de viaje se va de compras y a mí me llevan a visitar la casa familiar de Camille, allí viven sus sobrinos. Los hijos pequeños le llaman abuelo, la familia siempre es extendida a todos los parentescos. Camille tiene una habitación allí y la familia la llama “el vaticano”. Comemos muy bien, entre otras cosas tortuga y un pescado muy bueno. Me paso con un picante que es trilita de la buena, no puedo con todo lo que me he echado y lo aparto un poco. La casa está en la parroquia Corazón Inmaculado de María, antes era de la Congregación, pero se entregó a la diócesis. Hay varios que salieron de allí, incluido un novicio llamado Theodor. Atravesamos un mercado lleno de gente, como se podría atravesar en coche un mercadillo de Benidorm en agosto, un poner. No sé cómo lo logramos, con la gente comprando y haciendo un pasillo, los tenderetes aguantando, lo del suelo hasta el borde del camino. Unas calles embarradas y con baches que ayudan a digerir a la vuelta, por el mismo camino. Otra experiencia difícil de narrar. Me fijo en gente que vive en los tejados de algunas casas, se alquila por metros, se pone una lona o plástico y ya es casa, imagino dormir en la época de calor que es lluviosa, con el sol machacando y los mosquitos y bichos haciendo su agosto. Horrible.

 

Sobrevivir, es lo que hacen todas estas personas que ponen un paño en la calle o una mesa que transportan cada día y cada noche. Sobre eso algún producto, un balde de maíz, un montoncito de mandioca, algunas frutas, unas leñas o algo de carbón… Cada día, sin dominios ni fiestas, acuden hacia las 5 de la mañana y hasta la noche. Se oyen muchas peleas, o discusiones quizá, no entiendo qué dicen pero gritan.

 

Propósito del día: no protestar porque la carretera está mal pintada. Me cago en Air France, a pesar de todo.

Propósito del día: no protestar porque al final de mi jornada estoy cansado.

 

Las mañanas

 

La misa en la comunidad empieza muy temprano, a las 6. Los domingos en las parroquias la primera misa es a las 6,30. En la Parroquia Mama wa Boboto (Virgen de la Paz) concelebramos y personalmente es mi primera vez, participo de una celebración bonita, cantada, danzada, hablada, casi siempre en movimiento de personas vestidas para la ocasión con la ropa de los domingos, cristianos devotos y son la sencilla profundidad ya perdida en tantos sitios. Dura mucho pero no aburre, no entendemos nada pero no importa, rezamos con todos, tranquilamente. Hemos venido a rezar, nosotros no tenemos prisa, le dijeron unos cristianos a un hermano que solo duró una hora un día de Navidad, que venga otro padre que no tenga prisa. Nos presentan y nos dan la bienvenida. Impresiona todo. En las ofrendas un hombre carga un enorme saco de carbón y otras personas comida para el sustento de los padres, pienso qué pensarán, cómo vivirán, qué le pedirán a Dios, qué preocupaciones tienen por sus familias. Es toda una lección de confianza en el Buen Dios, en el camino con Jesús, en fin, se ve que para tantos y de verdad “solo Dios basta”, esa expresión de Santa Teresa ¿por qué nos quejamos tanto, por qué esperamos tan poco? ¿Quizá tenemos poco que esperar?

 

Vamos a la segunda misa de domingo a la parroquia San Francisco Javier, mucha menos gente y menos coro y menos tiempo. El COVID ha hecho que multipliquen las misas para que no haya tanta concurrencia. Visitamos las instalaciones de la parroquia, son grandes porque hay mucha gente que participa. A la vuelta cargamos un cabrito vivo de ofrenda que llevamos a la comunidad de Coudrin, el postulantado, gente joven. Ese pobre tiene los días contados.

 

Visitamos a las hermanas SSCC en dos ocasiones, una a cada comunidad cercana a las parroquias. Siempre acogedoras, nos hablan de su presencia y de las cosas que pasan, enseñan el colegio que está creciendo, cuando se termine tendrá más de dos mil alumnos. Buena labor en un barrio donde es el único colegio que da una cierta calidad, por eso está muy solicitado. Además tienen escuela de fisioterapia y taller para mujeres, tan necesario. Celebramos el cumpleaños de una de ellas, fiesta casera simpática.

 

Los colegios

 

Uno siempre piensa que la educación es la herramienta que abre al futuro. La Congregación se desempeña bien en la tarea educativa. No hay una manera mejor de salir de la pobreza y de un presente oscuro y difícil.

 

Visitamos el barrio o la zona de Bitsakuchaku, o La Montaña, una zona más alta, hay allí una comunidad de hermanos que no podemos ver por el positivo COVID de Antonio Riaño, hermano español y congolés de una adopción ya muy larga. Tiene anemia, malaria (como todos) y ahora esto. Le ingresan y le ponen sangre, va saliendo poco a poco. Llegamos a la parroquia St. Athanase y a la escuela junto a ella. Es una escuela infantil y primaria en la que tenemos fotos de niños que quieren salir en ella, simpáticos, movidos, niños al fin. Vamos después a la escuela primaria Père Coudrin, nos reciben nuestro hermano Reagan y nuestra hermana Maggi. Él es el director de la escuela primaria y ella de la maternal (infantil). todos los niños nos esperan en el patio con una canción de bienvenida, están 40 o 45 por clase, como cuando yo era niño. Los pupitres son como los de antes, las pizarras también. Algunos suelos están embaldosados, otros no. Joaquín toma buena nota para buscar dinero para mejoras. Los niños y niñas están contentos, cantan y danzan. Decimos cosas incomprensibles para ellos, aunque lo intento en mi precario francés, y nos traducen, pero tienen cara de que que les gusta mucho lo que decimos, si lo han entendido o no es secundario. Miradas y sonrisas, yo les pido que no dejen de sonreír, es lo más cautivador después del camino recorrido. ¿Cómo es posible sonreír así aquí? Pues es posible. La contracción debería recibir el 15% de las cuotas de las familias, pero no se pueden pagar entonces los salarios de los profesores y se dona. Así es todo, sin ayuda externa no se puede lograr casi nada. Las familias quieren mantener el colegio pero no pueden, y es la única herramienta para un futuro mejor.

 

El colegio P. Damián, de Secundaria, está al lado y dividió en dos partes, es un proyecto que ahora se comparte con las hermanas SSCC. En su momento se acogió a un concierto con el Estado, que no permite ahora prácticamente nada, como poner en tus instalaciones un turno de tarde privado. El Estado paga a los profesores y ni un centavo más, y tampoco les paga siempre. No se puede intervenir en nada, la Congregación solo es la titular y la dueña del terreno. Estas son las cosas que se deberán pensar, la intención era buena pero el resultado es que prácticamente te expropian tu colegio. Las cosas de un estado ladrón. Su director es un laico nombrado por la administración, pide construir más edificios pero está difícil. También hay 45 alumnos por clase, pero son grandes y caben muy mal en las aulas.

 

Tondisa Ebale es un centro de Formación Profesional para jóvenes de La Montaña, ya con una larga tradición y conocido por muchos. Está en un momento muy difícil por el COVID y el cese consiguiente de la actividad en unos meses, ahora se ha reemprendido pero los profesores tienen que cobrar sus salarios y eso es difícil sin ingresos. El COVID ha hecho que los profesores de nuestros colegios y de este centro hayan tenido que aceptar reducir su salario en el tiempo cese de actividad un 50% y en el peor momento del 75%. Y hablamos de un sueldo de menos de 200€ al mes. La cuenta que se paga en el colegio de primaria P. Coudrin es de 140€ al año, aproximadamente. Es para tener una idea de las cantidades. En el colegio P. Damián el Estado no ha pagado a los profesores y vienen a la Congregación a pedirlo, pero no hay. 

 

En el futuro se abrirá el colegio P. Eustaquio, en el terreno de la comunidad Padre Coudrin, el postulando. Las obras van adelante gracias a las donaciones de los hermanos de los Países Bajos, Bélgica y España, y algunos donantes. Todavía falta, pero es un motivo de esperanza. El barrio lo necesita y esperamos que esta obra pueda conseguir más recursos para poder mantener las otras. Haremos esfuerzos para ayudar a terminar el edificio y dotar de los medios para que los alumnos que estudien aquí pueden mejorar el futuro del país.

 

Dialogamos mucho sobre la necesidad de centrar la presencia en la educación con un proyecto de la Congregación para el futuro, qué hermanos se comprometen, cómo quieren estar y formarse, cómo acompañar a los laicos que trabajen con nosotros. Ese futuro hay que planificarlo. Crear obras educativas es bueno, también hay que mantenerlas y estar presentes, ofrecer un proyecto consistente a las familias y crear un equipo de hermanos que trabajen en la educación para seguir reflexionando y trabajar en red.

 

La Congregación SSCC

 

La Provincia africana está presente en Kinshasa, en tres comunidades, a saber: Mikondo, Padre Coudrin y La Montaña. En Mozambique hay dos comunidades, Marera y Beira. El grupo está formado por hermanos congoleses, la mayoría, mozambicanos, dos españoles y un polaco. El grupo es de aproximadamente 30, con 4 novicios y varios postulantes, además de varios profesos temporales. Un grupo joven y con mucha energía. Viven en medios muy pobres, tratan de compartir la vida con la gente a la que sirven. Tienen mucha dedicación a la formación de los religiosos y a la pastoral en parroquias y en colegios, como ha quedado dicho.

 

Empezamos los días con la misa a las 6 de la mañana, en francés y portugués, más sobria que en las parroquias. Se crea un ambiente agradable para rezar. Vamos desgranado reuniones para conocer cómo funcionan. Está también presente Alain Makanda, el ecónomo provincial.  Repasamos la situación general, algunas propuestas que se van haciendo, la forma de trabajar la economía en la Provincia, los sueños y las dificultades. Los hermanos trabajan bien, pero es difícil conseguir ingresos en el país, siempre es necesaria la ayuda de la Congregación. Hablamos de crear equipos, de ver cómo trabajar proyectos, De la misma manera hablamos del patrimonio, edificios y terrenos, de posibles ideas para aumentar los ingresos y de cómo seguirlo. Hay algunos ingresos fijos, frutos del ahorro, que hay que mantener. Y ver cómo aliviar y reducir la dependencia del exterior dando algunos pasos, por pequeños que sean. Pero basta con echar un vistazo a las calles, es un camino muy largo, donde sembramos y no recogeremos casi nada. Queda todo para seguir pensando.

 

La labor que realizan las congregaciones es muy importante. La Iglesia, y la Congregación, son una fuerza importante para la llegada de recursos y para el futuro de estos pueblos. África es rica, pero la gente es pobre. Los buitres de lejos se aprovechan y solo quieren oro, diamantes, coltan y cobalto, lo demás importa más bien poco. Los buitres de dentro se corrompen en cuando llegan a donde pueden hacerlo. Solo pueden cambiar esto ciudadanos libres y educados, que asuman la responsabilidad ética y política, por ese orden del país. Insisto, la Iglesia y la Congregación tienen un papel muy importante y apoyarlo es contribuir al futuro de millones de habitantes.

 

Nos hemos reunido con los ecónomos de las comunidades, solo la comunidad de Marera puede sobrevivir por sus propios medios. Los ecónomos son gente joven y entusiasta, es un motivo de optimismo que no tienen los datos. Hay que seguir luchando. Joaquín es el delegado de Misiones de la Provincia Ibérica, toma nota de carencias y demandas, hace muchas fotos y pequeños vídeos para dar cuenta del uso del dinero que aportan los donantes. Es una tarea importante, se necesita mucha colaboración por parte de todo el mundo, especialmente del mundo con más recursos. Las ayudas hay que organizarlas bien, establecer prioridades y tratar de comprometer a algunos hermanos para trabajar los proyectos con entidades internacionales. Se requiere un esfuerzo considerable, pero vale la pena hacerlo porque los beneficiados serán personas muy necesitadas.

 


Dos extranjeros por aquí

 

La acogida de los hermanos y los cristianos es como siempre en África, una maravillosa experiencia. Se preocupan de nosotros y nos ponen lo que tienen para que pasemos el tiempo lo mejor y más cómodamente posible. Nos llevan a visitar algunas cosas, como un lugar llamado Safari Beach, en la orilla del río Congo, al otro lado está Brazzaville, pero no se alcanza a ver. Un foráneo lo vería como algo lleno de posibilidades, explotaciones fluviales, paseos para turistas, pesca. Nos dicen que los peces aquí se mueren de viejos, porque solo hay pesca artesanal de subsistencia.

 

Visitamos otro día el parque de Kingakati, un complejo enorme con rinocerontes, cocodrilos, hipopótamos y leones, todo protegido y desde un camión abierto. El guía arenga en lingala, a nosotros nos habla en inglés. Naturaleza desbordante, pensado para turistas pero bien hecho. Parece que estos lugares son propiedad del anterior presidente Kabila hijo y de su familia, no desaprovechó el tiempo y usó el dinero de todos para sus cosas, qué asunto tan repetido.

 

Visitamos tres mausoleos dedicados a Patrice Lumumba, primer ministro tras la independencia en 1960, otro a Kabila padre construido por su hijo, y el tercero dedicado a Étienne Tsitshekedi, padre de la democracia congoleña y del actual presidente, Antoine Tsitshekedi, que está intentando cambiar muchas cosas pero que tardarán en desaparecer, corrupción, desorden, injusticia… Algunas cosas ya ha logrado, como el cambio de la cúpula militar, menos presencia de policía y ejército corruptos en la calle, han logrado meter a ex ministros ladrones en la cárcel, en fin, algo es algo. Dice Camille que harán falta 4 presidentes así para lograr que se note de verdad, esperemos que aparezcan y la gente les vote. También podrían tener un mausoleo solo pero eso hace que no se puede sisar el sobrecoge de cada uno. En fin. Una buena coas: alcanzamos a celebrar el 30 de junio, día de la independencia de la RDC. Dios quiera que este país salga adelante, buenos deseos no faltan.

 

Nos acompañan siempre los mosquitos, a cientos, todos quieren festejarlo en mi pobre cuerpo. Una mosquitera impregnada de un olor agrio y se supone que repelente, al menos para mí, nos salva de ser devorados por las noches. Nos han llevado a comer a los restaurantes de la familia de Johnny, uno de los hermanos, antílope, pescado de río local magnífico, verduras, banana frita, mandioca de diversas formas… Se disfruta con esas cervezas de tamaño grande que quitan la sed y alivian el bochorno. Son momentos especiales que contrastan con la otra parte ya descrita. Y se agradecen mucho.

 

Nos enseñan a ser pacientes. Todos los días se corta la electricidad varias horas. Algunas se alivian con grupos electrógenos que tragan mucho gasoil. Las horas de las reuniones son casi siempre aproximadas, los planes B se multiplican porque, nos dicen, siempre hay que tener un plan B en África. Todo es una forma de estar muy lejana a la nuestra, llena de prisas y estrés. Es bueno aprender, te aporta sensatez. Eso de tener los archivos en la nube está bien, pero para eso se necesita que funcione lo que enchufas. Paciencia y nube, descargas interminables no siempre con buen fin. Algo sobre la basura y el reciclaje de plásticos, todo se quema o se queda por las calles, montones y montones, parece la vuelta al pasado. Que venga por aquí Greta, aquí es donde hay que tener el valor de decir las cosas. Hacerlo en Europa está bien, todo suma a la conciencia, pero que se dé una vuelta subida a un buey que no contamina. Y se lo cuenta después, con su alegre gesto, a los millones que pululan por las calles, que no saben qué hacer con los residuos. Y si puede subir al buey algún compromiso de montar plantas de tratamiento, mejor. Lo mismo para los señorones y cooperantes de cualquier organismo de la ONU.

 

Un montón de buenos propósitos

 

Son los que uno se va haciendo tras el paso de los días. Algunos son muy básicos, no protestar porque no tengo aire acondicionado en mi cuarto, en mi sala, en mi coche, en… no protestar porque no se pare uno cuando cruzo una calle, aunque piense que es un imbécil, pensar se puede pensar de todo. No protestar si me aburro, hay ocasiones para hacer nada, es un privilegio. No protestar porque internet va lento, o porque no llega al rincón donde yo estoy. No protestar porque la comida se repite o no hay exactamente lo que me gusta, no decir estupideces ni topicazos de los países que no son el mío, no… Decían que el infierno está lleno de buenas intenciones, qué le vamos a hacer, el voluntariado occidental hay que sobrellevarlo con cierto arte.

 

Gracias a Dios por esta visita, a los congoleños y mozambicanos, a los hermanos y hermanas, a los cristianos de todo tipo. Hombres y mujeres que luchan por sobrevivir y por mejorar el futuro de sus familias y de su país. Terminamos con un test COVID para viajar, en un centro público. Entramos los dos a la vez, en la toma de muestras hay un señor con EPI, otro con papeles y otra sonriendo. Todos juntos nos bastonean la nariz hasta las entretelas.

 

Hemos puesto caras a las ideas, hemos enviado prejuicios a donde deben estar, lejos; hemos conocido un rincón del mundo que nos da una visión distinta de las cosas, una abundante tradición cultural y otra manera de ser creyentes. Como todos los lugares que vas conociendo un poco por dentro, la gente, esos rostros y sus cosas, te van robando el corazón. Recojo algo dicho por Ana Medina:

 

Cada segundo fue cierto y mereció la pena.

Has amasado el tiempo que me falta

para llegar a ti y comprenderlo.

Nada deja de ser, nada es olvido.

 

Los Pasarejos vuelven a casa, la misma azafata a la vuelta, pasarejos a Madrid. Ahí estamos, ahí seguimos.

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