Desafíos a la Misión en la Evangelii Gaudium del Papa Francisco
Alex
Vigueras Cherres ss.cc., provincial de Chile
1.
Comunicar una buena noticia
El papa insiste en que la misión tiene que ver con comunicar algo. Esto
tiene dos acentos: comunicar una noticia que es fuente de alegría y la
necesidad de tomar conciencia de que la comunicación de esta buena noticia está
en el centro de nuestra misión. Es
volver a percibir aquello que es la esencia de la misión. Así leemos en EG: “La alegría del Evangelio llena el corazón
y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar
por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. (EG 1) Es interesante percibir que la alegría no le
viene añadida porque sí, sino porque sana, llena el corazón y la vida entera de
vida y de paz, libera del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento, invitando a la comunión solidaria (cf. EG 89). “Es el anuncio que responde al anhelo de
infinito que hay en todo corazón humano” (EG 165). Tiene que ver con darle
sentido a la vida, con la posibilidad de que las personas pueden cambiar.
El Papa quiere subrayar la primacía
de la gracia: “[La alegría] se
adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que
nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”.
(EG 6) En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la
iniciativa es de Dios, que « Él nos amó primero » (1 Jn 4,19) (EG 12). Debemos
alegrarnos, porque Dios se regocija con nosotros: « Tu Dios está en medio de
ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y
baila por ti con gritos de júbilo » (Sofonías 3,17) (EG 4). Nuestro anuncio debe ser claro en expresar “el amor salvífico de Dios previo a la
obligación moral y religiosa” (EG 165). Porque todo tiene su fundamento en
esta gracia que recibimos, adquiere sentido la misericordia de Dios para con
nosotros: “Dios no se cansa nunca de
perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia…Nos
vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la
dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite
levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que
nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría”. (EG 3) “La Iglesia tiene que ser el lugar de la
misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado,
perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”. Es
importante el hecho que sea lugar para “todo el mundo”, donde nadie se sienta
excluido, donde todos quepan. “Gratuidad” se vincula íntimamente con “todos”. A
veces damos la impresión de que la Iglesia es un espacio para los buenos. “El Evangelio invita ante todo a responder
al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de
nosotros mismos para buscar el bien de todos…Todas las virtudes están al
servicio de esta respuesta de amor” (EG 39).
Un ejemplar de la EG durante el Consejo General Ampliado, Roma septiembre 2014 |
Para el Papa Francisco evangelizar tiene que ver con profundizar el kerygma, en dos direcciones:
Primero, clarificar su contenido (el “qué”); segundo, clarificar el modo de
anunciarlo (el “cómo”). Y esto, a partir del diagnóstico de que este anuncio,
muchas veces, ha sido mutilado, reducido a algunos aspectos secundarios,
descontextualizado. Nos hemos obsesionado “por
la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta
imponer con insistencia” (EG 35). A veces hemos dado por supuesto “que nuestros interlocutores conocen el
trasfondo completo de lo que decimos o que puedan conectar nuestro discurso con
el núcleo central del Evangelio que le otorga sentido, hermosura, atractivo”
(EG 34). Cuando la propuesta se simplifica, “se vuelve más contundente y radiante” (EG 35). El papa Francisco
intenta una formulación sintética del kerigma: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu
lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte” (EG
164). En otro lugar nos señala el anuncio fundamental: “el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y
está vivo ofreciendo su salvación y su amistad” (EG 128).
Tenemos que tomar conciencia que, a veces, el haber permanecido fieles
a formulaciones tradicionales, puede haber significado la transmisión de “un falso dios o un ideal humano que no
es verdaderamente cristiano. De ese modo, somos fieles a una formulación, pero
no entregamos la substancia” (EG 41). Toda transmisión del mensaje, para
que despierte la adhesión del corazón debe ser hecha con cercanía, amor y testimonio. (Cf. EG 42)
2.
La Buena Noticia es una persona: Jesucristo
Para poder anunciar la buena noticia es imprescindible hacer una
experiencia de Jesucristo. Por ello el Papa invita “a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre,
a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar
la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.
(EG 3). Y esto, porque “no se comienza a
ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva”. (Deus caritas est, 1. EG 7). Este encuentro
es el que nos puede rescatar de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad
(cf. EG 8). En Jesucristo “descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y
madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en
definitiva la misión” (DA 360, EG 10). “El Hijo de
Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”
(EG 88).
3.
La transformación misionera de la Iglesia:
una Iglesia en salida.
La salida misionera es el paradigma
de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos
afirmaron que ya « no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros
templos” (DA 548). Podríamos estar frente a un cambio de paradigma: de la Iglesia comunión (referencia más ad intra) a la Iglesia en salida (referencia más ad extra, sin perder referencia ad
intra), que busca ser más fiel a la categoría Iglesia Pueblo de Dios del Concilio Vaticano II. En
definitiva esta dinámica de salida tiene que ver con un dinamismo del amor de
Evangelio que “nos invita siempre a
correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física
que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un
constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es
inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de
la reconciliación con la carne de los otros” (EG 88). “La alegría del Evangelio…es una alegría misionera…siempre tiene la
dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de
nuevo, siempre más allá” (EG 21). El papa sintoniza con la invitación de la
Conferencia de Aparecida en el sentido de que todos somos llamados a esta
salida misionera. Es lo que se quiso expresar con la expresión “discípulos misioneros”. (Cf. EG 20)
Alex en "La casa del Samaritano" en Atitalaquia, Hidalgo, México |
El llamado al encuentro personal con Jesucristo, en su dinámica
centrípeta, no se contradice con el impulso misionero, pues “la
intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión ‘esencialmente
se configura como comunión misionera’ (Chrl 32). Fiel al modelo del Maestro,
es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los
lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23). Características de esta salida
serán: primerear: adelantarse, tomar la iniciativa para llegar a los
cruces de los caminos, a los excluidos; involucrarse: asume la vida humana, tocando la carne
sufriente de Cristo en el pueblo; acompañar en todos sus procesos; fructificar: frutos de vida nueva; festejar: celebra y festeja cada pequeña victoria.
Es espacio privilegiado es la liturgia (cf. EG 24).
Todo esto implica una conversión
pastoral que lo transforme todo: “las costumbres, los estilos, los horarios,
el lenguaje y toda estructura eclesial”. Hay que hacer un esfuerzo para “que la pastoral ordinaria en todas sus
instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en
constante actitud de salida” (EG 27). Será necesario que la parroquia “esté en contacto con los hogares y con la
vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la
gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos…que
estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y
participación, y se orienten completamente a la misión” (EG 28).
La Iglesia en salida es una Iglesia con las puertas abiertas, la casa paterna, más que una aduana. Es
interesante la observación que hace el Papa cuando nos dice que “salir hacia los demás…muchas veces es más
bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y
escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al
costado del camino” (EG 46). “Salir” es “aproximarse”. Las puertas abiertas
permiten salir, pero también entrar. Por eso “uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las
puertas abiertas en todas partes” (EG 47). Así el Papa llega a decir: “Prefiero una Iglesia
accidentada antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse
a las propias seguridades…Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar
nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la
luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los
contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a
equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras
que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces
implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera
hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: « ¡Dadles vosotros
de comer!” (Mc 6,37). (EG 49)
Las puertas abiertas valen “sobre
todo cuando se trata de ese sacramento que es ‘la puerta’, el Bautismo. La
Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un
premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los
débiles…A menudo nos comportamos como controladores de la
gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa
paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (EG 47).
La Iglesia en salida es la invitación a ser Pueblo. Es una dimensión fundamental de
la Iglesia comunión. En las palabras de Francisco: “Para ser
evangelizadores de alma también hace falta desarrollar el gusto espiritual de
estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es
fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo
tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268). “Cautivados por ese modelo [Jesús], deseamos integrarnos a fondo en la
sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes,
colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos
alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos
en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por
obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal
que nos llena de alegría y nos otorga identidad” (EG 269). “Jesús quiere que toquemos la miseria
humana, que toquemos la carne sufriente de los demás…que aceptemos de verdad
entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la
fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica
maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia
de pertenecer a un pueblo” (EG 270). “Queda
claro que Jesucristo no nos quiere príncipes que miran despectivamente, sino
hombres y mujeres de pueblo” (EG 271). “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un
adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la
existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme.
Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay
que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar,
bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar…Si uno separa la tarea por una
parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente
buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser
pueblo” (EG 273). En una línea semejante, Hubert Lanssiers, ss.cc.,
nos ponía delante de lo tremendo de la opción pos los pobres: “soñaremos con
ellos, viviremos con ellos, seremos como poseídos por ellos…nos chuparán la
sangre”.
En esta línea, el papa nos invita a valorar las expresiones de la religiosidad popular, pues, “se trata de una auténtica fe católica con
modos propios de expresión y de pertenencia a la Iglesia. No conviene ignorar
la tremenda importancia que tiene una cultura marcada por la fe, porque esa
cultura evangelizada, más allá de sus límites, tiene muchos más recursos que
una mera suma de creyentes frente a los embates del secularismo actual. Una cultura
popular evangelizada contiene valores de fe y de solidaridad que pueden
provocar el desarrollo de una sociedad más justa y creyente, y posee una
sabiduría peculiar que hay que saber reconocer con una mirada agradecida”(EG
68). De este modo, “puede decirse que
‘el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo’. Aquí
toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera
espontánea del Pueblo de Dios” (EG 122). El papa nos desafía a una nueva forma de aproximarnos a esta
religiosidad, pues “sólo desde la connaturalidad
afectiva que da el amor podemos apreciar la vida teologal presente en la
piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus pobres… Son
la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo
que ha sido derramado en nuestros corazones” (cf. Rm 5,5) (EG
125).
4.
El privilegio de los pobres
En la línea de Aparecida, el Papa sitúa este
privilegio de los pobres como una dimensión inseparable de nuestra fe (cf. EG
48). La “opción por los últimos” no debe faltar jamás (cf. EG 195). Por eso el Papa
nos dice que quiere “una
Iglesia pobre para los pobres” (EG 198). Por esta
razón “nadie debería decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus
opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos” (EG 201).
Es interesante la perspectiva que sitúa a los pobres
como evangelizadores de la Iglesia, en efecto, el Papa señala: “ellos tienen mucho que enseñarnos. Además
de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo
sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva
evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y
a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir
a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus
amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que
Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG 198).
Nos llama especialmente la atención la insistencia del
papa en el modo de esta opción por los pobres. Se trata de “una
atención puesta en el otro ‘considerándolo como uno consigo’. Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo
buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad
propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El
verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por
necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su
apariencia…Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos
adecuadamente en su camino de liberación” (EG 199).
Pequeños pero fuertes en el amor de Dios, como san Francisco de Asís,
todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del
pueblo y del mundo en que vivimos. (EG 216) La “revolución de la ternura” a la que el Papa nos invita tiene
que ver con cuidar la fragilidad, pero desde la conciencia de nuestra propia
fragilidad. Esto nos conecta con un rostro maternal de la Iglesia. (cf. EG 88,
210)
5.
Relevancia de la Sagrada Escritura
“El estudio de las Sagradas
Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes. Es fundamental que la Palabra revelada
fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La evangelización requiere la familiaridad
con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y
a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante
de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria” (EG 175).
6.
Protagonismo de los laicos
“Los laicos son simplemente
la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los
ministros ordenados…[Su tarea] Se limita muchas veces a las tareas
intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la
transformación de la sociedad. La formación de laicos y la evangelización de
los grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral
importante” (EG 102). “La nueva evangelización debe implicar un nuevo
protagonismo de cada uno de los bautizados” (EG 120)
7.
Mayor protagonismo de la mujer
A pesar de que hoy la mujer tiene mucho más espacios de participación,
el papa señala que “es necesario ampliar
los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Porque ‘el
genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por
ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito
laboral’ y en los diversos lugares
donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras
sociales” (EG 103).
8.
La atención a los agentes pastorales
Es interesante la preocupación que expresa el Papa por la misión ad intra de la Iglesia. En el centro de
esa atención misionera deben estar los agentes pastorales: “Necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agentes
pastorales, ‘lugares donde regenerar la propia fe en Jesús crucificado y
resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las preocupaciones
cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios evangélicos sobre la
propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la
belleza las propias elecciones individuales y sociales’” (EG 77). Citando
el documento de Aparecida nos reitera que la mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual
aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando
y degenerando en mezquindad” (DA 12, en: EG 83).
Durante el Consejo General Ampliado, Casa General, septiembre 2014 |
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