Thursday, March 22, 2018

Entrevista a / Interview with / Entretien avec

Vicente Arnés sscc



Vicente Arnés Cuadrado sscc (1939, Ledesma, Salamanca, España) tiene un récord entre los hermanos SSCC: ha participado en 7 Capítulos Generales. El primero fue el de 1970, con 30 años. El último, el del 2012. Vicente ha tenido la valiosa costumbre de escribir un diario de su presencia en estos siete capítulos. Estas memorias las ha enriquecido con una introducción a cada capítulo y un comentario sobre los documentos elaborados por los respectivos capítulos. El resultado es una pequeña historia de los últimos Capítulos Generales de los hermanos SSCC. La podemos encontrar en la Biblioteca SSCC on line del sitio web de Roma.  V Arnés_Mis 7 Capítulos Generales (1970-2012) 
Sin duda lo que resulta más sabroso de esta obra son sus comentarios en el “diario de sesiones”. Gracias Vicente por esta original aproximación a un aspecto de nuestra historia SSCC. En este post del BLOG SSCC ofrecemos una entrevista con nuestro hermano.

Vicente, cuéntanos en primer lugar qué significa para ti el haber participado en siete Capítulos Generales.
Una oportunidad y una gracia muy especiales. Oportunidad de conocer de cerca a muchos hermanos y hermanas de la Congregación, muy diversos en culturas, lenguas, mentalidades, en formas de concebir la vida, la expresión religiosa y la manera de plasmar el espíritu de la Congregación, y cuyas caras y nombres guardo en mi corazón. Oportunidad de conocer la situación real de la Congregación y de asistir a la marcha y evolución de mi familia religiosa. La gracia de ver en todos esos hermanos y hermanas un ejemplo admirable, una búsqueda maravillosa de fidelidad y pertenencia al Señor y a la Congregación, desde situaciones tan distintas. Y la gracia de participar activamente en la vida de mi Congregación y aportar mi granito de arena.

En el Capítulo de 1970 tenías 30 años. Era el inmediato postconcilio. ¿Qué te llamó más la atención de este Capítulo?
Las dos visiones tan distintas de Vida Religiosa que aparecían continuamente (la preconciliar y la postconciliar). La dureza del enfrentamiento entre ambas posturas. La desorganización y falta de programa en el desarrollo del Capítulo. Las discusiones “bizantinas” que surgían con frecuencia. Las reticencias que aparecían hacia el Gobierno General o “central”. Y, a la vez, la bondad y piedad personal de esos hermanos fuera de la sala capitular.

Capítulo General de 1970, Roma

Dando un salto al último Capítulo General (2012), ¿qué diferencias son las más notables con este Capítulo 42 años más tarde? 
La superación de esas cinco situaciones señaladas en la respuesta anterior, la libertad de expresión, la aceptación de la diversidad, la simultaneidad con las hermanas y el buen ambiente general de oración, trabajo, fraternidad y convivencia.

¿Qué Capítulo te ha dejado más satisfecho personalmente? ¿Por qué?
Creo que el de 1982. Estuvo bien organizado en su preparación y desarrollo. Las tres opciones prioritarias sobre los pobres, la vida comunitaria y la conversión permanente, que dieron origen a tres cartas del Superior General, influyeron mucho. La frase: “construir un mundo más justo en solidaridad con los pobres” se convirtió en un slogan para toda la Congregación, en los años posteriores. El ambiente, dentro y fuera del Capítulo, fue muy bueno. Un auténtico “impulso de aire vital e ilusión renovada” para superar la difícil década anterior.


Capítulo General de 1982, El Escorial

¿Qué Capítulo te ha resultado más difícil? ¿Por qué?
Creo que el de 1970. Yo era muy joven, viví con pasión el Concilio Vaticano II y me costaba aceptar algunas posturas y discusiones.  Me tocó vivir muy de cerca la dificultad para formar Gobierno General y buscar una nueva estructura, a mi parecer inviable. Y tuve que asistir y acompañar la crisis vocacional de un Consejero General que había sido formador mío. Era demasiado para mí.

¿Cuáles han sido los momentos más difíciles, los más duros, que has vivido en estos Capítulos?
Creo que la dificultad para formar Gobiernos Generales repetida en varios Capítulos. El tener que decirle “no” al P. Jan Scheepens, a quien admiraba y quería, cuando en 1976, me propuso para Vicario General. Los problemas de salud que tuve en el Capítulo de 1994. Fueron momentos puntuales. Pero, en general, puedo decir que los Capítulos han sido una gozada espiritual y humana.

Cuando nos reunimos en el nombre del Señor, él está en medio de nosotros. En un Capítulo de una manera singular. ¿Cómo ha sido tu experiencia de Dios en los Capítulo? ¿Ha estado de veras presente el Espíritu de Dios en los capítulos?
Creo que sí. Un Capítulo es una experiencia espiritual muy fuerte. Las celebraciones están muy cuidadas, la diversidad y fervor de los demás te ayuda a caminar hacia lo esencial. La responsabilidad y gravedad de los problemas te animan a una mayor intimidad con el Señor. Los resultados finales y la perspectiva del tiempo te hacen consciente de la presencia del Espíritu en esas reuniones fraternas, de una manera apabullante.

Has sido varias veces “moderador” de las sesiones de Capítulos. ¿Es complicado “moderar” a los hermanos SSCC? ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Siempre positiva. Moderar no tiene complicación especial si conoces la técnica. Y el estar entre hermanos facilita mucho las cosas. Es verdad que seguir un diálogo o discusión en lenguas distintas y reaccionar adecuadamente, requiere bastante atención y agilidad mental y, a veces, es un poco cansado. Pero lo he llevado bien.


Capítulo General de 1988, El Escorial, sesión conjunta hermanos y hermanas

Con tu perspectiva histórica, en estos 42 años de participación directa en los Capítulos Generales has tenido la oportunidad de presenciar el desarrollo de la Congregación ¿Qué has observado en ese desarrollo? ¿En qué hemos avanzado como Congregación? ¿Hemos perdido, o se ha debilitado algo en el camino?
El desarrollo de una Congregación religiosa, como es lógico, está muy conectado con el desarrollo social y el desarrollo de la Iglesia. Hemos vivido tiempos muy convulsos en el postconcilio, con muchas idas y vueltas. Creo que hemos avanzado en libertad, democracia interna, aceptación de la diversidad, vuelta a las fuentes, relación con las hermanas, internacionalidad, organización, inserción en la iglesia local. Y hemos perdido en número de hermanos, presencias diversificadas, mística de salida, disponibilidad misionera, exceso de mantenimiento y seguridad, y, sobre todo, falta de creatividad y aceptación de riesgos. 

Este próximo agosto comenzará otro Capítulo General. Por lo que has aprendido hasta ahora, ¿cuál sería tu consejo? ¿Cuál sería tu advertencia? ¿Qué errores habría que evitar repetir?
Un Capítulo general es un acontecimiento salvífico, eclesial y familiar; exige apertura de corazón, acogida del hermano y escucha del Espíritu Santo en un clima de pobreza, libertad, caridad, oración y alegría. La gran pregunta de un Capítulo es siempre esta: ¿Qué quiere Dios de nosotros en este momento del mundo y de la Iglesia? Todo lo demás es relativo. Y el gran error es no distinguir bien lo relativo y lo esencial, o caer en la trampa de lo relativo inmediato. Ningún Capítulo es único ni definitivo. Es parte de una historia a conocer y a seguir…

En medio de los desafíos en el mundo y de la Iglesia, miramos al futuro de nuestra presencia SSCC. Si tuvieras que dirigir un mensaje para las futuras generaciones SSCC, ¿cuál sería?
Que recen todos los días esta oración: Señor, hazme ver los Molokais de este mundo que necesitan Damianes generosos, confiados, alegres, creativos y santos; no permitas que me resigne y dame fuerzas para ofrecerme. Amén.

El Escorial, 1988, firma del Capítulo I de las Constituciones, Mª Pía Lafont y Pat Bradley




Interview with Vicente Arnés sscc

Vicente Arnés Cuadrado sscc (1939 Ledesma, Salamanca, Spain) holds a record among the sscc brothers: he has participated in 7 General Chapters. The first was 1970 when he was 30 years old, the last, that of 2012.  Vicente had the valorous custom of keeping a diary of his attendance at these General Chapters. These memories have been enriched with an introduction to each chapter and a commentary on the documents produced by the respective Chapters. The result is a short history of the recent General Chapters of the brothers. We can access them in the Library Section on line from Rome. (V Arnés_Mis 7 Capítulos Generales (1970-2012)). 
Without a doubt what is most appetizing about these commentaries is a “sessions diary.” Thanks Vicente for this original way to know an aspect of our sscc history. In this post on the SSCC BLOG, we offer an interview with him.

Vicente, above all else what does it mean to you that you were at seven General Chapters?
Opportunity and a grace.  An opportunity to know close-up many brothers and sisters of the Congregation, diverse in culture, languages, mentalities, different in ways of understanding life, religious expression and ways of configuring the spirit of the Congregation and whose names and faces I hold dearly in my heart. In a word, the opportunity to know the lived reality of the Congregation and to be of assistance in the advancement and evolution of my religious family. The grace to admire the example of all these brothers and sisters, marvelously searching out in such diverse situations, to be faithful and attached to the Congregation. The grace to participate actively in the life of my Congregation and to contribute my grain of sand.

At the time of the post conciliar General Chapter of 1970, you were 30 years old. What sticks in your memory?
The two visions of religious life which continuously showed up, pre- and post-conciliar. The toughness and confrontation between these two postures. The disorganization and lack of a program in the development of the Chapter. The discussions were byzantine, over and over. There were reservations towards the General Government, or “central” Government. And at the same time, the goodness and piety of these same brothers outside of the Chapter room.

Jumping ahead forty-two years later to the last General Chapter (2012), what were the more notable differences?
The five problematic areas, noted in the previous answer, were overcome; the liberty of expression, the acceptance of diversity, having the Chapter simultaneously with the sisters and the good environment of prayer, work, fraternity and comradery.

Which Chapter was most personally satisfying and why?
I believe it was the General chapter of 1982.  The Chapter was well organized and played out well. Three priorities had a great influence: the poor, community life and on-going conversion and these later gave rise to three letters of the Superior General. The phrase “to build a more just world in solidarity with the poor,” became a slogan for the whole Congregation in the following years. In and outside the Chapter meetings the atmosphere was splendid. There was fresh air and a renewed vision to overcome the previous difficult ten-year period.


General Chapter 1982, El Escorial. Election of Pat Bradley as Superior General
Which Chapter burned you the most? Why?
I believe the Chapter of ’70. I was really young and living with passion the spirit of Vatican II. And it took a lot to accept some stances and discussions. What hit home was the difficulty of forming a General Government and searching out new structures, which in my opinion were unfeasible. Also, I had to accompany a General councilor as he worked through a vocational crisis, one who had been my own formator. It was all too much for me.

What were the most difficult moments, the roughest through which you have lived?
The difficulty of forming a General Government recurring in many Chapters; the tension of saying “no” to Father Jan Scheepens whom I admired and loved when in 1976 he proposed to nominate me as Vicar General; health problems in 1994: these were moments that stick out.  But in general, I can say the Chapters have been a delight, spiritually and humanly speaking.

When we gather in the name of the Lord, he is in our midst, in a Chapter in a particular way.  What has been your experience of the presence of God with us in Chapter? Was the Spirit of God truly present in those General Chapters?
I believe so. A Chapter is a strong spiritual experience. The celebrations are well prepared, the diversity and fervor of others help you to hang in close to what is essential. The responsibility and the seriousness of the problems push you to a greater closeness with the Lord.  The final results and then a perspective over time make you aware, in an overpowering way, of the presence of the Spirit in those fraternal gatherings.

At various times you have been the “moderator” of Chapter sessions.  Is it complicated to moderate sscc brothers?  How has that experience been for you?
Always positive. If you know the technique, being a moderator is not particularly complicated. The fact of being among brothers makes things easier. It’s true that following a dialogue or a discussion in various languages and responding adequately requires an adequate attention and mental agility and at times, one is a bit tired out. However, I carried it off ok.


General Chapter 1976, Rome
In your historical perspective of 42 years of direct participation in General Chapters, you had the opportunity to be present to the development of the Congregation.  What do you make of this development? How have we moved forward? What have we lost or did anything weaken along the way?
As is logical to expect, the development of a religious Congregation is connected to social development and to the development of the Church. We have lived a lot of upheaval in post conciliar times with a lot of toing and froing. I believe that we have moved forward in freedom, internal democracy, acceptance of diversity, return to the sources, relationship with the sisters, internationality, organization and insertion into the local church. We have lost in the number of brothers, in the diversification of our presence, in the mystic of “going forth”, in the availability for mission, in excessive maintenance and security and above all, the loss of creativity and taking risks.

Another General Chapter begins this August.  For what you know of it so far, what would be your advice? Warning? What errors do we need to avoid repeating?
A General Chapter is a saving event of church and family. It demands openness of heart, acceptance of the other as brother, listening to the Holy Spirit in a climate of poverty, liberty, charity, prayer and joy.  The scintillating question of every Chapter is what does God want of us in this moment of the world and of the church? Everything else is relative. The great error is not making the distinction between what is relative and what is essential, or falling into the trap of the immediately relevant. No Chapter is unique nor definitive. It is part of a history to be known and to be followed……

In the midst of the challenges in world and church, we look to the future of our sscc presence. If you had to deliver a message to future sscc generations, what would it be?
That every day we pray this prayer: Lord make me see the “Molokais” of this world that need “Damiens”: generous, entrusted, happy, creative and holy; do not allow me to give up but give me the zest to offer myself. Amen.


General Chapter 2012, Rome. Retreat day. 



Entretien avec Vicente Arnés sscc

Vicente Arnés Cuadrado sscc (1939, Ledesma, Salamanque, Espagne) bat un record parmi les frères SSCC : il a participé à 7 chapitres généraux ! Le premier était en 1970, il avait 30 ans. Et le dernier, celui de 2012. Vicente a eu la bonne habitude de tenir le journal de sa présence à ces sept chapitres. Il a apporté un plus à ces souvenirs en faisant précéder chaque chapitre d’une introduction et en ajoutant un commentaire sur les documents produits par les chapitres respectifs. Il en résulte ainsi un bref historique des derniers chapitres généraux des frères SSCC que nous pouvons retrouver à la bibliothèque SSCC en ligne du site web de Rome.  V Arnés_Mis 7 Capítulos Generales (1970-2012) 

Sans doute, ce qui est encore le plus savoureux de ce travail ce sont les commentaires que l’on trouve dans le « Journal des sessions ». Merci, Vincent, pour cette approche originale sur un aspect de notre histoire SSCC. Dans ce post du BLOG SSCC, nous présentons une interview avec notre frère.

Vicente, dis-nous tout d’abord ce que signifie pour toi d’avoir participé à sept chapitres généraux.
Ce fut une occasion et une grâce très particulières. Occasion de connaître de près beaucoup de frères et de sœurs de la Congrégation, très différents selon les cultures, langues et mentalités, les manières de concevoir la vie, les expressions religieuses et la façon de s’approprier l’esprit de la Congrégation par des personnes concrètes dont les visages et les noms me restent gravés au cœur. Occasion d’apprendre à connaître la situation réelle de la Congrégation et de constater les progrès et l’évolution de ma famille religieuse. La grâce de voir en tous ces frères et sœurs un exemple admirable de fidélité et d’appartenance au Seigneur et à la Congrégation, à partir de situations très différentes. Et la grâce de participer activement à la vie de ma congrégation et d’y apporter mon petit grain de sable.

Au chapitre de 1970 tu avais 30 ans. C’était la période juste après le concile. Qu’est-ce qui t’a marqué plus particulièrement de ce chapitre ? 
Deux visions très différentes de la vie religieuse (la préconciliaire et la postconciliaire) qui apparaissaient à tout moment. Avec une confrontation très dure entre deux positions. Un manque d’organisation et de programmation sur le déroulement du chapitre. Les discussions « byzantines » qui surgissaient très fréquemment. La méfiance qui se manifestait face au gouvernement général ou « central ». Et, en même temps, la bonté et la piété personnelle de ces frères hors de la salle capitulaire.

Chapitre général de 1988, El Escorial
Faisant un saut jusqu’au dernier chapitre général (2012), quelles sont les différences les plus notables avec le premier chapitre, 42 ans plus ta
rd ? La disparition des cinq situations évoquées dans la réponse précédente, avec une liberté d’expression, une acceptation de la diversité, la coordination avec les sœurs et la bonne ambiance générale de prière, de travail, de fraternité et de convivialité.

Quel chapitre t’a apporté le plus de satisfaction personnelle ? Et pourquoi ?
Je pense que c’est celui de 1982. Il y avait une bonne organisation aussi bien pour la préparation que dans son déroulement. Les trois options prioritaires pour les pauvres, la vie communautaire et la conversion permanente, qui donnèrent lieu à trois lettres du supérieur général, ont beaucoup influencé la bonne marche. Le thème : « Pour construire un monde plus juste en solidarité avec les pauvres » est devenu un slogan pour la Congrégation entière, dans les années suivantes. L’atmosphère, autant au cours des séances du chapitre qu’en dehors, était très bon. Un authentique « souffle vivifiant et un enthousiasme renouvelé » pour dépasser les difficultés de la décennie précédente.

Quel chapitre t’a paru le plus difficile ? Et pourquoi ?
Je crois que c’est celui de 1970. J’étais très jeune, je vivais avec passion le Concile Vatican II et il m’était difficile d’accepter certaines positions et discussions. J’ai dû vivre de très près les difficultés à former un Gouvernement général et à travailler pour une nouvelle structure, impossible, à mon avis. De plus j’ai dû assister et accompagner la crise vocationnelle d’un Conseiller général qui avait été mon formateur. C’était trop pour moi.

Quels ont été les moments les plus difficiles, les plus durs, que tu as vécus en ces chapitres ?
Je crois que c’est la difficulté, qui est revenue à chaque chapitre, de former un gouvernement général. Le fait de devoir dire « non » au P. Jan Scheepens, que j’admirais et aimais, lorsqu’en 1976, il m’a proposé d’être son vicaire général. Les problèmes de santé qui m’ont touché au chapitre de 1994. Ce furent des moments passagers. Mais, en général, je peux dire que les chapitres ont été pour moi une joie humaine et spirituelle.

Chapitre général de 1994, Rome
Quand on se réunit au nom du Seigneur, on dit qu’il est au milieu de nous. Et à un chapitre de manière encore plus particulière. Quelle a été ton expérience de Dieu en ces chapitres ? L’Esprit de Dieu a-t-il été vraiment présent en ces chapitres ?
Je crois que oui. Un chapitre est une expérience spirituelle très forte. Les célébrations sont très bien préparées, la diversité et la ferveur des autres frères t’aide à aller à l’essentiel. La responsabilité et la gravité des problèmes t’incitent à une plus grande intimité avec le Seigneur. Les résultats finaux et la perspective du temps te font prendre conscience de la présence de l’Esprit en ces rencontres fraternelles, d’une manière extraordinaire

Tu as été à plusieurs reprises « modérateur » de sessions des chapitres. Est-ce compliqué d’être « modérateur » auprès de frères SSCC ? Comment as-tu vécu cette expérience ?
Toujours d’une manière positive. Etre « modérateur » n’est pas compliqué quand tu connais la technique. Et être au milieu de frères facilite grandement les choses. C’est vrai que suivre un échange ou un débat en différentes langues et réagir de manière appropriée, requiert beaucoup d’attention et d’agilité mentale et parfois cela devient fatigant. Mais je crois l’avoir bien vécu.

Père Esteban Gumucio, au Chapitre Général de 1970
Avec ta vision historique, en 42 ans de participation directe aux chapitres généraux, tu as eu l’occasion de suivre l’évolution de la Congrégation. Qu’as-tu pu observer en cette évolution ? En quoi avons-nous avancé comme congrégation ? Avons-nous perdu ou nous sommes-nous affaiblis sur quelques points en chemin ?
L’évolution d’une congrégation religieuse est très liée, bien évidemment, à l’évolution de la société et de l’Eglise. Nous avons vécu des temps très agités dans la période postconciliaire, avec de nombreux allers et retours. Je pense que nous avons avancé dans le domaine de la liberté, la démocratie, l’acceptation de la diversité, le retour aux sources, la relation avec les sœurs, l’internationalité, l’organisation de l’insertion dans une Eglise locale. Nous avons perdu en nombre de frères, de présences diversifiées, de mystique de « sortie », de disponibilité missionnaire, d’excès de maintien du « statu quo », de sécurité et, surtout, du manque de créativité et de prise de risque.

Au prochain mois d’août, commencera un nouveau chapitre général. Avec tout ce que tu as appris jusqu'à présent, quels seraient tes conseils ? Quel serait, à ton avis, l’attention à avoir ? Quelles erreurs faudrait-il éviter de répéter ? 
Un chapitre général est un événement de Salut, d’Eglise et de famille ; Cela exige une ouverture du cœur, l’accueil du frère et écoute de l’Esprit Saint dans un climat de pauvreté, de liberté, de charité, de prière et de joie. La grande question d’un chapitre est toujours celle-ci : Que veut Dieu de nous à cette époque du monde et de l’Eglise ? Tout le reste est relatif. Et la grande erreur est de ne pas bien distinguer entre l’essentiel et le relatif, ou de tomber dans le piège du relatif immédiat. Aucun chapitre n’est unique ni définitif. Il fait partie d’une histoire à comprendre et à suivre...

Au cœur des défis du monde et de l’Eglise, nous regardons l’avenir de notre présence SSCC. Si tu avais un message à livrer aux générations futures, SSCC, quel serait-il ? 
Qu’elles prient chaque jour avec cette prière : « Seigneur, fais-moi percevoir les « Molokai » de ce monde qui ont besoin des « Damien » généreux, confiants, joyeux, créatifs et saints ; ne permets pas que je me résigne et donne-moi la force de me livrer. Amen. »

Chapitre Général de 2000, Rome

Chapitre Général de 2006, Rome

2012, Rome



Friday, March 16, 2018

Mary’s Table
La mesa de María
Table de Marie




by Fr. Mike Barry sscc

Mary’s Table began in 1987 when the Bishop challenged the Charismatic Renewal in the San Bernardino (California) diocese: “You have your head in the clouds but your feet are not on the ground.” In other words - do something.
Fr Rick Thomas S.J. challenged the conference of the Charismatic Renewal in 1987: “So you want to help the Poor?” Yes, they answered. He asked them two more times. They responded even louder with a resounding YES. He then proceeded to challenge them even more intensely. “All you do is talk about it but never do anything.” He placed two baskets in front of the assembly and said to them. “If you truly want to help the poor fill these basked and don’t give me a dollar. Give me what is in your purses or wallets and then we will go out into the streets and give it to the poor and the homeless.”
They began to sing with hands extended “Alabaré, alabaré.” It was at that moment that I came on the scene. My staff, was crying, “You have to stop him. He has ruined the conference. The bishop will be upset. Please stop him.” An awareness came to me. It basically said that what Fr. Rick is doing is right but the way he is doing it is wrong. “Unless the Lord builds the house, they labor in vain who build it.” (Ps 127:1)
“Fr Rick,” I said “you cannot do this.” He responded in his native Texas drawl: “It’s not your money.” I suggested that we buy food and groceries and pay bills and go out into the street to do that. He, a tall man, took me behind the stage curtains and prayed: “Lord Jesus Christ, please tell Mike what to do.” I was praying at the same time: “Lord Jesus Christ knows what to do. It is this guy who does not.” Finally, he said: “You are right, and that is what we will do.” It all hinged on that small voice that I heard when I had the opposite in mind.

Well, the collection from 500 people turned out to be in excess of $6,000. So the whole conference went out into the streets and gave food to the poor, homeless and needy people. People were crying and touched, and lives changed that Sunday afternoon. I thought the conference was over. But no, all 500 people came back to the arena for the concluding mass. The only drawback was that there was no collection because people had no money left. There was $1,300 left and we decided to feed the poor and homeless for all the Wednesdays of September 1987. That would be it. That, however, was not to be.
We settled on Our Lady of Fatima parish in San Bernardino which was a really poor parish where many of the homeless hung out. We decided on a lunch from 11:30 – 1:30. We started with an ordinary household refrigerator which now could not contain all the food. We were growing and growing at such a rapid growth. “Unless the Lord builds the house…” Soon our Lutheran brothers and sisters joined us but they wanted their own day, which then became Tuesday. Soon the Mondays and Thursday were also taken.
This was an all volunteer staff and the miracles and witnessing continued to happen. Our expenses were low but that soon changed. Our rent increased and we were forced to move. We had two extraordinary, very saintly, women, named Cecilia Ordáz and Julie Sánchez, who should have been retired or at least living a more leisurely life, but they had hearts for the Poor. They went to the late Fr. Rosales of Our Lady of Guadalupe and convinced him to invite us over. This happened in 1991.

The needs and demands were much greater than our resources. God always sends the right people and even people that you would never suspect. Jim and Anne Eddy, got a group together in their home and they formed the 300 club. Basically it meant that each member would contribute $300 per year for five years. That was a great and a blessed help.
We have those fundamental rules for Mary’s Table. Firstly, “do not judge.” Secondly, “try to see Jesus in those who are served.” Thirdly, “serve them.” Two other approaches were involved and that was that we be consistent. In other words, if we say we are going to be open then we have to be open. We make every effort to be there and be consistent. Also we treated the poor and the homeless with dignity and equality. They had been warned that food could not be taken out – a rule which we strictly enforce.
The bishop at the time was Bishop Philip Straling and he was very generous to us. There were two congregations of women which not only contributed sizeable donations but also were affirming and encouraging us to keep growing. They were the Sisters of the Incarnate Word, and the Sisters of Mercy of San Bernardino. The Sacred Hearts Congregation (that I belong) allowed me to be assigned to Mary’s Mercy Center all this time.

At the beginning it was simply called a ‘soup kitchen’ where a noonday meal was provided. It was more than a soup kitchen. That Psalm “unless the Lord builds the house…” kept reverberating in my heart. We needed a name, the right name that would capture what God had brought about and was continuing to nurture. Mary’s Table was the right name for it. Why? Just as Jesus was first fed at Mary’s Table in Nazareth, so, now would his beloved poor and homeless be fed in San Bernardino.
God always sent the right people. Mary Bradfield ran the newsletter which solicited funds. Yoli Catalano kept the books and finances and then there was Adrienne Schubert who basically was chief cook and bottle washer. For them Mary’s Table was a vocation, a work of God.  
This vision and ministry was taking on a life of its own. A community was growing up around it. Since the Lord said “Blessed are the poor in spirit” this community was fast becoming poor in spirit and reaching out to the less fortunate. Bill and Monica White were energetic even though they were older, as was Millie DiMasi.
And then there was Joe, an ex-marine, from New England and a great help in those early years. There is a story told about Joe that in the triple digit temperatures of the San Bernardino summer he knocked at several doors asking for a cup of cold water in Jesus’ name. Everyone shut their doors in his face and yelled obscenities. Finally, one lady did give him a cup of cold water at which he took twenty dollars from his pocket and gave it to her.
One of the principal guides and helps to the emergence of Mary’s Table was the scripture “Unless the Lord builds the house, they labor in vain who build it.” (Ps. 127:1)
Link to the website of the “Mary´s Mercy Center”





La mesa de María

La “Mesa de María” comenzó en 1987 cuando el obispo desafió a la Renovación Carismática de la diócesis de San Bernardino (California, EE.UU.): "Ustedes tienen la cabeza en las nubes, pero sus pies no están en el suelo". En otras palabras: hagan algo.

En 1987 el P. Rick Thomas sj retó a la convención de la Renovación Carismática: "¿Así que quieren ayudar a los pobres?" Sí, respondieron. Él les preguntó dos veces más. Respondieron aún más fuerte con un SÍ rotundo. Entonces los desafió aún más intensamente. "Todo lo que hacen es hablar de eso, pero nunca hacen nada". Y colocó dos canastas delante de la asamblea y les dijo. "Si realmente quieren ayudar a los pobres llenen estos cestos; y no me den un dólar; denme lo que hay en sus monederos o carteras y luego saldremos a las calles y se lo daremos a los pobres y a los sin techo".

Comenzaron a cantar con las manos extendidas el "Alabaré, alabaré". Fue en ese momento cuando yo que entré en escena. Mi equipo me gritaba: "Padre, tiene que detenerlo. Ha arruinado la convención. El obispo estará molesto. Por favor deténganlo”. Una toma de conciencia me vino. Básicamente veía que lo que el P. Rick estaba haciendo era correcto, pero la forma en la que lo estaba haciendo no lo era. "Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles…” (Sal 127, 1)

"Padre Rick", le dije, "no puede hacer esto". Respondió con su acento nativo de Texas: "No es su dinero". Le sugerí que compráramos comida y alimentos, pagásemos las cuentas y que saliéramos a la calle para hacerlo. Él, un hombre alto, me llevó detrás de las cortinas del escenario y se puso a rezar: "Señor Jesucristo, por favor, dile a Mike qué hacer". Yo estaba rezando al mismo tiempo: "El Señor Jesucristo sabe qué hacer. Es este tipo el que no lo sabe". Finalmente, dijo: " Tienes razón; eso es lo que haremos". Todo dependía de esa pequeña voz que escuché cuando tenía en mente justo lo contrario.

Pues bien, la colecta de 500 personas resultó ser más de 6,000 dólares. Entonces todos los asistentes a la convención salieron a las calles y se pusieron a dar comida a los pobres, a los sin techo y a las personas necesitadas. La gente lloraba y se emocionaba; en ese domingo por la tarde muchas vidas cambiaron. Pensé que la convención ya se había terminado. Pero no; las 500 personas regresaron al estadio para la misa de clausura. El único inconveniente era que no habría colecta porque a la gente no le quedaba dinero. Reservamos 1,300 dólares y decidimos alimentar a los pobres y sin hogar durante todos los miércoles de septiembre de 1987. Eso sería todo. Sin embargo, no fue así.

Nos instalamos en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en San Bernardino, que era una parroquia muy pobre donde vivían muchas personas sin hogar. Decidimos dar un almuerzo de 11:30 a 1:30. Empezamos con un refrigerador doméstico común que apenas podía contener toda la comida. Estábamos creciendo y creciendo muy rápidamente. "Si el Señor no construye la casa…”. Pronto nuestros hermanos y hermanas luteranos se unieron a nosotros, pero querían su propio día, que luego se convirtió en el martes. También se empezaron a usar los lunes y jueves.  

Este fue un equipo todo de voluntarios; los milagros y el testimonio continuaron sucediéndose. Nuestros gastos eran bajos, pero eso cambió pronto. Nuestro alquiler aumentó y nos vimos obligados a mudarnos. Teníamos dos mujeres extraordinarias, muy santas, llamadas Cecilia Ordaz y Julie Sánchez, que deberían haber estado jubiladas o al menos viviendo una vida más tranquila, pero tenían corazón para darse a los pobres. Fueron al difunto P. Rosales, de Nuestra Señora de Guadalupe, y lo convencieron para que nos invitara allí. Esto ocurría en 1991.

Las necesidades y demandas comenzaban a ser mucho mayores que nuestros recursos. Pero Dios siempre envía a las personas adecuadas e incluso a personas que nunca sospecharías. Jim y Anne Eddy reunieron a un grupo en su casa y formaron el “club 300”. Básicamente consistía en que cada miembro contribuiría con 300 dólares al año durante cinco años. Esa fue una gran y bendita ayuda.

Tenemos estas reglas fundamentales en la Mesa de María. En primer lugar, "no juzgues". En segundo lugar, "trata de ver a Jesús en aquellos a quienes se sirve". En tercer lugar, "sírvelos". Hubo otras dos orientaciones más. Una era que fuésemos consecuentes; en otras palabras, si decimos que vamos a estar abiertos, entonces tenemos que estar abiertos, haciendo todo lo posible para estar allí y ser consecuentes. También el tratar a los pobres y las personas sin hogar con dignidad e igualdad. Se les habían advertidos de que no se podía sacar comida, una regla que aplicamos estrictamente.

El obispo en ese momento era Philip Straling y fue muy generoso con nosotros. Hubo dos congregaciones femeninas que no solo contribuyeron con donaciones considerables, sino que también nos reafirmaron y alentaron a seguir creciendo. Eran las Hermanas del Verbo Encarnado y las Hermanas de la Misericordia de San Bernardino. La Congregación de Sagrados Corazones (a la que pertenezco) me permitió ser destinado al Centro de Misericordia de María durante todo este tiempo.


Al principio simplemente se llamaba “comedor comunitario”, donde se proporcionaba una comida de mediodía. Pero era más que un comedor de beneficencia. Ese salmo "si el Señor no construye la casa ..." no dejaba de resonar en mi corazón. Necesitábamos un nombre, un nombre correcto que expresara lo que Dios había provocado y continuaba alimentando. La “Mesa de María” (Mary's Table) era el nombre correcto. ¿Por qué? Así como Jesús fue alimentado por primera vez en la mesa de María en Nazaret, ahora, su amado pobre y sin hogar sería alimentado en San Bernardino.

Dios siempre envió a las personas adecuadas. Mary Bradfield se encargó del boletín que solicita fondos. Yoli Catalano mantuvo los libros y las finanzas y luego estaba Adrienne Schubert, que básicamente era jefa de cocina y quien lavaba las botellas. Para ellos, la Mesa de María era una vocación, una obra de Dios. 

Esta visión y servicio estaba cobrando vida propia. Una comunidad estaba creciendo a su alrededor. Dado que el Señor dijo "Bienaventurados los pobres de espíritu", esta comunidad se estaba convirtiendo rápidamente en pobre de espíritu y llegando a los menos afortunados. Bill y Monica White estaban llenos de energía a pesar de que eran mayores, al igual que Millie DiMasi. Y luego estaba Joe, un ex marino, de Nueva Inglaterra que fue una gran ayuda en esos primeros años. Se cuenta una historia acerca de Joe, quien en los días de temperaturas muy altas del verano de San Bernardino tocaba a varias puertas pidiendo un vaso de agua fría en el nombre de Jesús. Todos le cerraban las puertas en su cara y le gritaban obscenidades. Finalmente, una señora le dio un vaso de agua fría a lo cual Joe respondió sacando de su bolsillo veinte dólares y dándoselos a la señora. 

Una de las principales inspiraciones y ayuda para el surgimiento de la Mesa de María fue el texto de la escritura "Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles” (Sal. 127, 1)

Enlace al sitio web del “Centro de Misericordia de María”
(“Mary's Mercy Center)









Table de Marie


« La table de Marie » commença en 1987, quand l’évêque lança un défi au Renouveau charismatique du diocèse catholique de San Bernardino (Californie, USA) en leur disant : « Vous avez la tête dans les nuages, et pas les pieds sur terre ! ». En d’autres termes : « Agissez donc ! »

En 1987, le P. Rick Thomas sj provoqua  les assistants du Congrès du   Renouveau charismatique en leur demandant: « Vous voulez donc  aider les pauvres ? » Oui, répondirent tous les participants. Il les questionna encore deux fois de suite. Ils  répondirent  encore plus fort avec un oui retentissant.  Il les  provoqua    une nouvelle fois : « Tout ce que vous savez faire c’est  parler, mais vous ne faites jamais rien ! ». Puis  il  plaça  deux corbeilles devant l’Assemblée en leur disant : « Si vous voulez  vraiment aider les pauvres, remplissez ces corbeilles, et ne  me donnez pas seulement un dollar ! Donnez-moi ce que vous avez dans vos portemonnaies et vos  sacs à main  et puis nous sortirons  dans la rue et nous le  donneront aux pauvres et aux sans-abri ».

Ils se mirent à chanter  les mains levées au ciel : « Alabaré, alabaré». C’est là, que moi, j’entre en scène. Mon équipe me criait : « Père, tu dois faire cesser cela. Ils n’ont pas respecté  l’Assemblée. L’évêque va  être mécontent. S’il te plaît,  fais  arrêter cela !». Subitement une conviction me traversa l’esprit. Fondamentalement, je voyais bien  que le père Rick avait raison, mais la façon dont il agissait n’était pas bonne. « Si le Seigneur ne bâtit la maison, en vain travaillent les maçons... » (Ps 127, 1)

« Père Rick », lui disais-je, tu ne peux pas faire cela ! ». Il m’a répondu avec l’accent  de son Texas natal: « Ce n’est pas ton argent ! ». Je suggérais d’acheter des aliments, de régler les comptes et  ensuite de  sortir  dans la rue. Lui, homme haut et fort, m’entraina  derrière les rideaux de la scène et se mit à prier : « Seigneur Jésus Christ, s’il te plaît, dis à Mike ce qu’il doit faire ». Moi aussi je priais de mon côté : « Le Seigneur Jésus Christ sait ce qu’il y a à  faire. Alors que  ce type  ne le sait pas ». Enfin, il  dit : « Tu as raison ; C’est ce que nous allons faire ». Tout dépendait  de cette petite voix que j’ai entendue alors que je pensais tout le contraire.

Ainsi, la collecte auprès de 500 personnes donna  plus de 6 000 dollars. Alors  tous les participants du Congrès  envahirent  les rues et  commencèrent  à donner de la nourriture aux pauvres, aux personnes sans abri et aux nécessiteux. Les gens pleuraient  et étaient profondément émus ; en ce dimanche après-midi beaucoup de vies changèrent. J’ai pensé alors que le Congrès  se terminait là. Mais non ! 500 personnes retournèrent  au stade pour la messe de clôture. Le seul problème c’était qu’il y aurait pas de collecte puisque plus personne n’avait d’argent. Il nous  restait  1 300 dollars. Nous avons alors décidé  de le dédier aux  pauvres et aux sans-abri pendant tous les mercredis de septembre 1987. Et ce serait tout ! Pourtant, il n’en fut  pas ainsi.

Nous  nous sommes installés à la paroisse de Notre Dame de Fatima, à San Bernardino. C’était une paroisse très pauvre où vivaient  beaucoup de sans abri. Nous avons décidé de distribuer  un repas  entre  11,30 h. et 13,30 h. Nous avons commencé avec un simple réfrigérateur familial qui pouvait contenir à peine tous les aliments. Nous nous sommes   développés très  rapidement. « Si le Seigneur ne bâtit la maison... ». Rapidement nos sœurs et frères Luthériens nous ont rejoints, mais ils souhaitaient avoir leur jour propre, qui fut  le mardi. Mais ils se mirent  à occuper  aussi le lundi et le jeudi.


Ce fut une équipe composée uniquement de bénévoles ; les miracles et les témoignages continuèrent à se produire. Nos dépenses étaient faibles, mais cela changea  vite. Notre loyer augmenta et nous nous sommes vus obligés  de nous déplacer. Nous avons eu deux femmes extraordinaires, des saintes,  Cecilia Ordaz et Julie Sánchez, qui auraient dû être à la retraite ou du moins avec  une vie plus calme, mais elles  avaient un cœur pour se donner aux pauvres. Elles sont allées voir le p. Rosales, défunt maintenant, à notre Dame de Guadalupe et l’ont convaincu de les héberger chez lui. C’était en 1991.

Les besoins et les demandes devinrent rapidement  plus  importants que nos ressources. Mais Dieu envoie toujours au moment voulu les bonnes personnes, même des personnes auxquelles nous n’aurions jamais pensé. Jim et Anne Eddy accueillirent  un groupe dans leur maison et  formèrent le « club 300 ». Fondamentalement, il s’agissait pour chaque membre de participer  avec  300 $ par an, pendant cinq ans. Ce fut là une aide bénie et importante.

Nous avions quelques règles fondamentales à la Table de Marie. En premier : « ne pas juger». Deuxièmement, « essayer de  voir Jésus en ceux que nous  servions ». Troisièmement, « être serviteur ». Il y eut deux autres impératifs. L’un était l’obligation d’être conséquents ; en d’autres termes, si nous disions que nous allons être ouverts, nous devions l’être, faire tout son possible pour être présents  et  cohérents. Egalement nous devions  traiter les pauvres et les sans-abri avec dignité et égalité. Nous les avons  avertis qu’on ne pouvait pas jeter de la nourriture, règle que nous avons appliquée strictement.

L’évêque à l’époque était Philip Stråling. Il était très généreux avec nous. Il y eut  deux congrégations de femmes qui non seulement ont  contribué avec  des dons considérables, mais elles nous ont toujours appuyés  et encouragés à continuer. C’était  des sœurs du Verbe Incarné et des sœurs de la Miséricorde de San Bernardino. La Congrégation des Sacrés-Cœurs (dont je fais partie) me permit de me dédier au  Centre de la Miséricorde de  Marie  durant toute cette période.

Au début, ça s’appelait simplement « cantine communautaire ». On y offrait seulement le repas de midi. Mais c’était plus qu’une cantine  de  charité. Le Psaume, « Si le Seigneur ne bâtit la maison... » ne cessait de résonner en mon cœur. Nous avions besoin d’un nom, un nom propre à exprimer  ce que Dieu a voulu au départ  et ce qu’il  continuait de soutenir. La « Table de Marie »  était le nom qui convenait. Pourquoi ? De même que  Jésus a été nourri  pour la première fois à la table de Marie à Nazareth, ainsi maintenant, son  pauvre bien-aimé et sans-abri pouvait être nourri à San Bernardino.

Dieu  envoie toujours les   personnes qui correspondent aux besoins. Mary Bradfield était responsable du bulletin chargé de chercher des fonds. Yoli Catalano veillait aux  livres de compte et aux finances. Il y avait aussi  Adrienne Schubert, qui était principalement chef de cuisine et lavait les bouteilles. Pour elles, la Table de Marie était une vocation, une œuvre de Dieu.


Cette vision et ce service avaient leur   propre dynamique. Autour de cela se construisait une communauté.  Le Seigneur nous dit : « Bienheureux les pauvres en esprit », et cette communauté est vite parvenue rapidement à se convertir à cette pauvreté en esprit et a atteint les plus démunis. Bill et Monica White étaient pleins d’énergie malgré leur âge, comme Millie DiMasi. Et puis il y avait Joe, un ancien marin de la Nouvelle Angleterre, qui fut d’une aide précieuse durant les premières années. On raconte une anecdote à son sujet: Durant les journées très chaudes de l’été, il frappait à différentes  portes demandant un verre d’eau fraiche  au nom de Jésus. Tous lui  fermaient la porte au nez  et lui criaient des grossièretés. Enfin, une dame lui ouvrit la porte et lui donna un verre d’eau fraiche ;  Joe lui répondit en  lui donnant  vingt dollars qu’il tira de sa poche.

Une des principales inspirations et soutien à la création  de la table de Marie fut  le texte de l’Ecriture « Si le Seigneur ne bâtit la maison, en vain travaillent les  maçons » (Psaume 127, 1)

Lien vers le site web du « Pôle de la miséricorde de Marie »
(« Mary Mercy Center »)