El cuadro del P.DAMIÁN del pintor
BENITO PRIETO COUSSENT
Español
Breve biografía de Benito Prieto Coussent (Ribadeo,1907 – Granada 2001)
Nace en Ribadeo (Lugo), España, el 6 de Junio
de 1907. Hijo de padres sencillos y sensibles al arte, el niño aprendió de su
padre, fotógrafo, los misterios de la luz, la expresión de los retratos y la
plasticidad de las cosas.
En 1983, Benito Prieto Coussent
ingresa en la Real Academia de Bellas Artes, ocupando el sillón de D. Gabriel
Morcillo, artista a quien Prieto admiró profundamente. Como “pequeño regalo” a
la Academia que le recibía como numerario, el artista donó su "Padre
Damián".
Hay obras suyas en museos y
colecciones de Estados Unidos, Méjico, La Habana, Buenos Aires, Estambul,
Estoril, Londres, Madrid, Barcelona, La Coruña, Vigo, Tuy, Granada, y entre
otras, en las colecciones del Ministerio de Educación y Ciencia Banco Nacional
de París, Diputación Provincial de Lugo, Parroquia de Galdó (Vivero),
Monasterio de Samos, Monasterio de Guadalupe Decanato de la Facultad de
Farmacia, Facultad de Bellas Artes “Alonso Cano” y Rectorado de la Universidad
de Granada, Real Academia de Bellas Artes Nuestra señora de Las Angustias de
Granada Museo de Bellas Artes de Granada,Conde de Barcelona etc.etc.etc…
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En el periódico GRANADA HOY, Jesús Arias,
13
julio 2102.
Prieto
Coussent, precisamente, regaló a la Academia de Bellas Artes, uno de sus
cuadros más famosos, un retrato del Padre Damián, el misionero que trabajó con
los leprosos de la isla de Molokai.
"Yo recuerdo", rememora por su parte Jesús Conde (pintor), "que siendo niño vi la película del Padre Damián y no me gustó nada, me hizo vomitar. Después vi el retrato del Padre Damián y pensé que aquello sí era arte... No sabía que lo había pintado Prieto Coussent".
"Yo recuerdo", rememora por su parte Jesús Conde (pintor), "que siendo niño vi la película del Padre Damián y no me gustó nada, me hizo vomitar. Después vi el retrato del Padre Damián y pensé que aquello sí era arte... No sabía que lo había pintado Prieto Coussent".
La última vez que ha expuesto en Granada, presentaba una de
las obras más emblemáticas del pintor: “El Padre Damián”.
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Del libro: “Legado
del pintor Benito Prieto Coussent a la Facultad de Bellas Artes “Alonso Cano”
de la Universidad de Granada. Exposición, junio 1997” (Págs.
32,33,34 y 36)
Tampoco
Benito Prieto ha seguido el cauce, habitual en el mundo de la expresión
plástica, de las exposiciones; hasta el punto de que las contadísimas ocasiones
en que ha expuesto su obra, fue por motivos de amistad o atendiendo a
compromisos ineludibles, pero produciendo un impacto tal las pocas veces que lo
hizo, que se prodigaron multitud de notas críticas, de artículos de prensa,
haciendo correr los “ríos de tinta”, que han llenado centenares de
publicaciones. La larga génesis con la que se fraguan sus últimas obras y la
dedicación exclusiva que a ellas dedica su autor, hace todavía más raro e
infrecuente el poder ver una obra de Benito Prieto en pública exhibición.
La última vez
que ha expuesto en Granada, presentaba una de las obras más emblemáticas del
pintor: “El Padre Damián”. El público que lo vio y casi peregrinaba hasta el
cuadro, sucumbía ente el impacto y la atracción de aquella pintura. Ha pasado
tiempo y todavía sigue y seguirá estando en la memoria de muchos (en contraste
con las oleadas de arte que vive mientras está colgado- o muere incluso
antes-). Aquel cuadro, hoy en el Museo Provincial de Bellas Artes de Granada,
fue descubrimiento para muchos y lección para todos. Se despertó un lícito
deseo de conocer y saber sobre su autor, cuyo brillo habría de seguir oculto
como preciosa gema en el joyero de lo desconocido.
“Hoy traigo de credencial, mi Padre Damián.
Con él hago entrega a la Academia de parte de mí mismo, de mi corazón y mi
constancia de pintor que se conmueve ante la grandeza del hombre sobre el que
la gracia de la divinidad se ha posado. Y también el dolor y la tragedia de los
hombres. Mi Padre Damián es eso y mucho más, no es sólo una obra de Arte sino
un testimonio de la dignidad del espíritu humano y de su derrota en la carne.
No es una obra de espíritus débiles o acobardados. Mi Padre Damián se alza de
la podredumbre hacia el infinito clamor de la esperanza, consciente de su
derrota y su miseria, pero iluminado por el rutilante testimonio de Cristo”
(Final del
discurso pronunciado por Benito Prieto Coussent en su recepción como miembro de
la Real Academia de Bellas Artes de Granada, en 1983).
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El Padre Damián, es producto de una larga investigación técnico-expresiva, de técnicas mixtas, matéricas, texturales… El pintor estaba ya lejos de utilizar ese “tedioso óleo directo”, tan deleznable a su gusto. Ante este cuadro Prieto nos dice: ¡Aquí empecé a aprender a pintar”.
El cuadro
ofrece una serie de eficaces soluciones que resuelven plenamente la relación de
coherencia de la técnica con el tema representado. El empleo de un
procedimiento pictórico tan clásico como el temple, confiere a la obra una
impronta de sequedad y sobriedad muy acordes con lo que la obra representa en
su trágica realidad. El cuadro, a su vez, es rico en materiales, jugando un
importante papel la propia base de la superficie pictórica, la arpillera, que
junto a las acertadas aportaciones matéricas, casi volumétricas confieren a la
pintura esa “calidad” casi táctil. Es lo que el artista llama tan acertadamente
“La Mística de la Materia”. Otros aspectos como la iluminación, la
ambientación, los elementos compositivos, la utilización predominante de
colores pardos y terrosos, los elementos ornamentales que rodean al personaje y
el especialísimo retrato psicológico conseguido en éste, elevan este lienzo a
la categoría de obra maestra.
El Padre
Damián es un cuadro que se ha encasillado dentro del “Realismo” por voces
especializadas, entroncándolo en la línea más pura del arte clásico español. Realismo,
Superrealismo, Realismo-Trágico… puede que sea un realismo que ni siquiera
tenga que ver con la realidad, puesto que cualquier imagen real nunca daría esa
visión que el espectador tiene ante sí al mirar este cuadro. Aquí es el arte el
que tiene ese extraordinario poder del crisol, donde los elementos de un
natural que llevaría al realismo, se funden y se potencian y surge un producto
nuevo en el que hay mucho de síntesis y mucho de potenciación y surge, en
definitiva, la Obra de Arte.
Como ejemplo
de las repercusiones del cuadro citamos unas líneas del recordado critico A.M.
Campoy aparecidas en ABC en 1972 a raíz de la exposición en la Galería Bética.
El periodista traza con acertada pluma un semblante del cuadro y de su autor:
“BENITO PRIETO ha llegado mas allá del
realismo, es decir: echa sobre la realidad, de por sí tan tremenda, todo el
tremendismo de unas imaginaciones que se materializan en literalidades de
leprosería- como en ese Padre Damián de ultra realista corporeidad-, infundiendo
en sus creaciones un próximo viviente y funeral que aterra. Estamos ente un
barroco exasperado por la miseria, ante un rococó de la mugre que va mas allá
de los siniestrismos de Valdés Leal o de Solana. Y, no obstante, hay en este
pintor galaico y tremendista una real “alegría de la claridad”, como dice
Pemán, una serenidad que aspira al clacisismo cuando se asoma a Éfeso, cuyas
áureas ruinas nos tememos que de un momento a otro va a incendiar este otro
Eróstrato expresionista. Esta serenidad aspira también a ser clásica cuando
formula sus retratos ataráxicos.
Con tan singular exposición (Benito Prieto
es siempre singular), se inaugura la nueva galería Bética, de cuya inteligente
dirección esperamos lo mejor”. (A.M. Campoy)
Detalle del cuadro |
Para conocer más sobre el pintor, hacer clic aquí: Benito Prieto, en Wikipedia
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