Thursday, March 26, 2015

Perpetual Adoration 

Adoración perpetua

Adoration perpétuelle


by David P. Reid, ss.cc.

50 years since Vatican II! Behold an opportunity to look back and appreciate the changes. Here’s a change close to the heart of every SSCC. Perpetual Adoration! The words are still a part of our name but the meaning has been resourced. Yes, I loved the many stories of how our sisters maintained perpetual adoration of the Most Blessed Sacrament in Fairhaven, Massachusetts, USA. Many other convents around the world did the same but I mention Fairhaven because for me that memory is indelible. We did the same in the Brothers’ formation community but it is the image of the sisters that crystallizes the memory for me. As the number of our sisters dwindled there were many heroic stories of long hours spent by individual sisters before the Blessed Sacrament.

And then things changed. There was an evident discontinuity. An hour came when no one could come. But there was also a revelatory continuity. A new way of appreciating the old practice was revealed. The genius of Vatican II is at work: back to the sources and update! The re-interpretation of the tradition revealed deep insights and made more explicit the liturgical connections which may have been assumed but seldom expressed.  

All time belongs to him (Paschal Vigil).
Put into a simple phrase: Jesus is perpetually before the Father on our behalf. The perpetual character comes from Jesus ever in prayer addressed to the Father. We are baptized into this prayer. From this participation we derive our life, sustenance and our vocation to adore.

The perpetual character of the adoration was never ours to maintain. There is but one prayer and that prayer is Jesus. Jesus is the one who prays, in English: pray-er! Adoration for SSCC is connecting with that one prayer ever lovingly addressed to the Father for the gift of the Spirit, for ever and ever, Amen! The Father always hears this prayer of Jesus and answers by raising Jesus from among the dead in the gift of the Spirit (2 Corinthians 3:17).

The Liturgical Connections
Our vocation is the perpetual adoration of the Most Blessed Sacrament. From where does the Sacrament come? From the prayer of Jesus addressed to the Father for the gift of the Spirit! What gift of the Spirit? That question is answered in the twofold calling down of the Spirit (epiclesis) at Mass.

The first epiclesis is the prayer before the narrative of institution: Make holy, therefore, we pray, by sending down your Spirit upon them like the dewfall, so that they may become for us the Body and Blood of our Lord Jesus Christ.(EP II)  We ask through the power of the Spirit that the gifts of bread and wine may become the body and blood of Christ, that is, that there would be a sharing (koinonia) in the death and resurrection of the Lord (1 Corinthians 10: 16). Then there is the second epiclesis after the narrative of institution: Humbly we pray that partaking of the Body and Blood we may be gathered into one by the Holy Spirit. (EP II) We ask that those who share these gifts of the body and blood will become the missionary body of Christ in the world. (Although we are grateful for the restoration of the double epiclesis in the reform of Vatican II, they are poorly presented and still need better expression, especially the second epiclesis).

The Eucharist is a memorial of Jesus’ paschal self-donation in love. Consequent to his ministry of tablefellowship, there is no surprise that he chose as his memorial a meal, an action in which we participate, eating and drinking. The Blessed Sacrament retains the sacramental symbolism of bread to be eaten, wine to be drunk; not a relic to be displayed but an action to be joined. Thus, we ask in adoration to be drawn into this action of our Trinitarian God, through the double epiclesis, a plea succinctly echoed in the final doxology in the Eucharistic prayer: Through him, and with him, and in him, O God, Almighty Father, in the unity of the Holy Spirit, all glory and honor is yours, for ever and ever, Amen.

Let us recall from our Catechism that a sacrament is a symbol that effects what it symbolizes. If we envision the prayer of Jesus as perpetually being heard (check Isaiah 55:10-11), then the symbolization in that prayer is always effective. Our adoration of the Most Blessed Sacrament is an active involvement in the process of effectively symbolizing the prayer of Jesus in its twofold epiclesis. Our adoration is a communion, a koinonia with the paschal character of the Eucharistic action of the Mass (first epiclesis). That means for us SSCC an ever deepening intimacy with Jesus in the freedom of his choice to join himself to the will of the Father to save us. Our adoration (second epiclesis) is always focused on the mission of the church in the world and anticipates the final commissioning: Ite, missa est, go, you are sent. That means for us SSCC to live reparative love in perpetual solidarity with those on the periphery (Luke 4).  

Vatican II will be remembered for a) going back to the sources (résourcement) and b) updating for a new time (aggiornamento). The double process reveals a great richness in the tradition and a big missionary challenge for the future. Our practice of  Perpetual Adoration of the Blessed Sacrament as SSCC is well rooted in God’s gift of  Liturgy and also a daring challenge to be, effectively, food for the world.



Adoración Perpetua

¡¡50 años desde el Concilio Vaticano II! He aquí una oportunidad para mirar hacia atrás y apreciar los cambios. Hay un cambio muy cercano al corazón de todos los SSCC: ¡la Adoración Perpetua! Las palabras siguen siendo una parte de nuestro nombre, pero el significado ha sido realimentado. Sí, me encantan las muchas historias sobre cómo nuestras hermanas mantuvieron la adoración perpetua del Santísimo Sacramento en Fairhaven, Massachusetts, EE.UU.. Muchos otros conventos de todo el mundo hicieron lo mismo pero menciono Fairhaven porque para mí ese recuerdo es imborrable. También hicimos lo mismo en la comunidad de la formación de los hermanos, pero es la imagen de las hermanas la que se cristalizó en mi memoria. Cuando el número de nuestras hermanas disminuyó hubo otras muchas heroicas historias de largas horas pasadas por las hermanas individualmente ante el Santísimo Sacramento.

Y luego las cosas cambiaron. Hubo una evidente discontinuidad. Llegó la hora en la que nadie pudo ir. Pero también hubo una continuidad reveladora. Se puso de manifiesto una nueva forma de apreciar la vieja práctica. El genio del Concilio Vaticano II estaba trabajando: volver a las fuentes y actualizarse. La reinterpretación de la tradición reveló una visión profunda e hizo más explícitas las conexiones litúrgicas que pudieron estar asumidas, pero rara vez expresadas.

Todo el tiempo le pertenece (Vigilia Pascual).
Diciéndolo en una frase sencilla: Jesús, en nuestro nombre, está perpetuamente ante el Padre. El carácter perpetuo viene de Jesús, siempre en oración dirigida al Padre. Somos bautizados en esta oración. De esta participación proviene nuestra vida, nuestro sustento y nuestra vocación de adorar.

El carácter perpetuo de la adoración nunca fue cosa nuestra el mantenerlo. No hay sino una oración, y esa oración es Jesús. Jesús es el que ora. En inglés: “pray-er” (pray: orar; “er”: el que hace algo). La Adoración para los SSCC es conectarse con esa oración siempre amorosa dirigida al Padre por el don del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos, ¡amén! El Padre siempre escucha esta oración de Jesús y responde resucitando a Jesús de entre los muertos en el don del Espíritu Santo (2 Corintios 3,17).

Las conexiones litúrgicas
Nuestra vocación es la adoración perpetua al Santísimo Sacramento. ¿De dónde viene el sacramento? ¡De la oración de Jesús, dirigida al Padre, por el don del Espíritu! ¿Qué don del Espíritu Santo? Esa pregunta se responde en el doble llamamiento al Espíritu (epíclesis) en la Misa.

La primera epíclesis es la oración antes del relato de la institución: “Te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y sangre de Jesucristo, nuestro Señor” (Plegaria Eucarística II). Pedimos a través del poder del Espíritu que los dones del pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo, es decir, que haya un compartir (koinonia) en la muerte y resurrección del Señor (1 Corintios 10, 16). Luego está la segunda epíclesis, después de la narración de la institución: “Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo” (Plegaria Eucarística II). Le pedimos que aquellos que comparten estos dones del cuerpo y la sangre se conviertan en el cuerpo misionero de Cristo en el mundo. (Aunque estamos agradecidos por la restauración de la doble epíclesis en la reforma del Concilio Vaticano II, están pobremente presentadas y todavía necesitan una mejor expresión, sobre todo la segunda epíclesis).

La Eucaristía es un memorial de la Pascua de auto-donación de Jesús en el amor. Como consecuencia de su ministerio de comensalía, de mesa común, no es ninguna sorpresa que él eligiese como su memorial una comida, una acción en la que participamos comiendo y bebiendo. El Santísimo Sacramento mantiene el simbolismo sacramental de pan para ser comido, vino para ser bebido; no es una reliquia para ser mostrada, sino una acción a la que unirse. Por lo tanto, pedimos en la adoración ser arrastrados en esta acción de nuestro Dios Trinitario, a través de la doble epíclesis, una súplica que sucintamente resuena en la doxología final de la Plegaria Eucarística: “Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

Recordemos de nuestro catecismo que un sacramento es un símbolo que efectúa lo que simboliza. Si visualizamos la oración de Jesús como siendo escuchada perpetuamente (ver Isaías 55, 10-11), entonces, la simbolización en esa oración es siempre eficaz. Nuestra adoración al Santísimo Sacramento es una participación activa en el proceso de eficazmente  simbolizar la oración de Jesús en su doble epíclesis. Nuestra adoración es una comunión, una koinonía con el carácter pascual de la acción eucarística de la Misa (primera epíclesis). Eso significa para nosotros SSCC una intimidad cada vez más profunda con Jesús en la libertad de su elección para unirse a la voluntad del Padre para salvarnos. Nuestra adoración (segunda epíclesis) está siempre centrada en la misión de la Iglesia en el mundo y anticipa el encargo final: “Ite, missa est”, “id, sois enviados”. Eso significa para nosotros SSCC vivir el amor reparador en solidaridad perpetua con los de la periferia (Lucas 4).

El Vaticano II será recordado por a) volver a las fuentes (résourcement) y b) por la actualización para un nuevo tiempo (aggiornamento). El doble proceso revela una gran riqueza en la tradición y un gran desafío misionero para el futuro. Nuestra práctica de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento como SSCC está bien arraigada en don de Dios de la Liturgia y es también un desafío audaz para ser, efectivamente, alimento para el mundo.



Adoration perpétuelle
50 ans depuis le Concile Vatican II.  Voilà une bonne occasion de regarder en arrière et apprécier les changements. Il y a un changement qui nous touche particulièrement tous les SSCC : «l’Adoration perpétuelle ! » Les mots font toujours  partie de notre patrimoine, mais le contenu de ce terme a été enrichi. Oui, j'aime beaucoup toutes les  histoires  de nos Sœurs qui ont maintenu longtemps l'adoration perpétuelle du Saint Sacrement à Fairhaven, Massachusetts, USA. Beaucoup d’autres communautés  de par le monde ont fait de même, mais je mentionne Fairhaven parce que pour moi c’est un souvenir inoubliable. Nous avons aussi nous avons fait de même  dans notre communauté de formation, mais le souvenir des sœurs est celui qui m’a marqué le plus. Lorsque le nombre de nos sœurs a diminué  il y eut beaucoup d'histoires héroïques  au sujet des  heures interminables passés par les sœurs, seules, devant le Saint Sacrement.
Et puis les choses ont changé. Il y eut une rupture évidente. Vint le temps où il n’avait plus personne pour  aller à l’adoration. Mais il y eut tout de même une certaine continuité. Une nouvelle manière d’appréhender l’ancienne pratique se fit jour. L’esprit du Concile Vatican II a porté des fruits : revenir  aux sources et se mettre à jour. La réinterprétation de la tradition  fit découvrir une nouvelle manière de considérer les choses, plus approfondie, et fit ressortir  et mit en évidence des liens avec la liturgie qui, jusqu’alors  n’étaient  pas manifestes.

Tout le temps vous appartient (vigile pascale).
Pour le dire  simplement : Jésus est perpétuellement devant le Père en notre nom. Le caractère « perpétuel » vient de Jésus. Il est toujours en  prière, tourné vers le Père. Nous sommes baptisés dans cette prière. Notre vie, notre soutien, notre vocation pour l’adoration  viennent de cette participation.
Le caractère perpétuel de l’adoration n'a jamais été notre affaire. Il y a  une prière unique et cette prière, c'est celle de Jésus. Jésus est celui qui prie. En anglais: « pray-er » (« pray » : prier; « -er »: celui qui fait quelque chose). L’Adoration pour les SSCC, c’est se connecter à cette prière qui est toujours une prière aimante adressée au Père par le don de l’Esprit, pour les siècles de siècles. Amen ! Le Père écoute toujours cette prière de Jésus et y répond en le ressuscitant  d'entre les morts par le don du Saint Esprit (2 Corinthiens 3.17).

Les liens liturgiques
Notre vocation c’est l'adoration perpétuelle du Saint-Sacrement. D'où vient le sacrement ? De la prière de Jésus, adressée au Père, par le don de l'Esprit ! Quel don ? La réponse à cette question se trouve dans la double invocation à l'Esprit Saint (épiclèse) à la messe.
La première épiclèse fait partie de la  prière avant le récit de l'institution : "Sanctifie  ces offrandes  en répandant  sur elles ton Esprit,  qu'elles deviennent  pour nous le corps et le sang de Jésus, le  Christ, notre Seigneur" (Prière Eucharistique II). Nous demandons par la puissance de l'Esprit que les dons du pain et du vin deviennent le corps et le sang du Christ, c'est-à-dire, qu'il y ait une communion (koinonia) à la mort et à la résurrection du Seigneur (1 Corinthiens 10:16). La deuxième épiclèse après le récit de l'institution dit : «Humblement, nous te demandons qu’en ayant part  au corps et au sang du Christ, nous soyons rassemblés par  l’Esprit-Saint  en un seul Corps "  (Prière eucharistique II). Nous demandons que ceux qui partagent ces dons du corps et du sang deviennent le corps missionnaire du Christ dans le  monde. (Même si nous sommes heureux de la restauration de la double épiclèse par Vatican II, elles  nous semblent  d’une expression encore trop pauvre  et ont besoin d'être  exprimées encore plus fortement, surtout la seconde).
L'Eucharistie est un mémorial de la Pâque de l'offrande de Jésus dans l'amour. Comme conséquence de  son ministère de commensalité,  de la table commune, il n'est pas étonnant  qu'il ait  choisi comme Mémorial, un repas, une action à laquelle nous participons tous en mangeant et en buvant. Le Saint-Sacrement maintient le symbolisme sacramentel du pain pour être mangé et du vin pour être bu ; Il n'est pas une relique à exposer, mais une action dans  laquelle nous nous impliquons. Par conséquent, nous demandons dans l’adoration d’être entrainés dans cette action du Dieu trinitaire, à travers la double épiclèse, une demande reprise de façon ramassée dans la doxologie finale de la prière eucharistique: «Par le Christ, avec lui et en lui, à toi  Dieu le  Père tout-puissant, dans l'unité du Saint-Esprit, tout honneur et toute  gloire pour les  siècles des siècles. Amen »
N'oublions pas notre catéchisme qui dit que le sacrement est un signe qui réalise ce qu’il signifie. Si nous considérons  la prière de Jésus comme perpétuellement écoutée (voir Esaïe 55, 10-11), alors le signe de cette prière est toujours efficace. Notre adoration au Saint Sacrement est une participation active à la prière de Jésus, exprimée dans le signe efficace de la double épiclèse. Notre adoration  est communion, une koinonia,  avec le caractère Pascal de l'action eucharistique de la Messe (première épiclèse). Cela signifie pour nous SSCC,  une intimité toujours plus profonde avec Jésus dans la liberté de son choix pour rejoindre la volonté du Père de nous sauver. Notre adoration  (seconde épiclèse) est toujours centrée sur la Mission de l'Eglise dans le monde et anticipe l’envoi final : «Ite, missa est », « allez, vous êtes envoyés ». Cela signifie pour nous SSCC vivre l’amour réparateur en  solidarité perpétuelle avec  ceux de la périphérie (Luc 4).
Vatican II devra toujours être rappelé (a) comme retour aux sources (ressourcement)  et (b) comme remise à jour pour un temps nouveau  (aggiornamento). Ce double processus révèle la richesse de la tradition et un grand défi pour notre avenir missionnaire. Notre pratique de l'adoration perpétuelle du Saint Sacrement pour nous  SSCC est bien enracinée dans le don de Dieu exprimé dans  la Liturgie et elle est aussi un défi audacieux pour être effectivement nourriture pour le monde.




Monday, March 16, 2015

De la Branche Séculière SSCC

From the SSCC Secular Branch

De la Rama Secular SSCC


Une réunion du groupe de la Branche Séculière de Paris .

 Le groupe de Paris devenant trop nombreux , nous avons décidé à la rentrée de septembre de le diviser et de créer un groupe à Montgeron pour les membres qui résident près de cette localité .

Marie-France
Le 23 février , comme chaque mois , nous nous sommes donc retrouvés une douzaine rue de Picpus. A 19 heures , nous avons dîné ensemble , dîner joyeux durant lequel nous échangeons des nouvelles sur les joies et les peines du mois passé . Nous avons fini par le traditionnel et délicieux gâteau fait par Marie-Claude puis nous nous sommes séparés pour la partie " étude et discussion " .

Les " petites nouvelles " partirent avec le P. Bernard Couronne pour découvrir le charisme de la Congrégation et les plus anciens , autour de Sr. Thérèse de Vallois, ont poursuivi l'étude des Sacrements , ce soir-là , c'était le Baptême . nous avons beaucoup discuté à propos des témoignages de St Paul et de St Jean. St Paul disait en particulier que " nous sommes ressuscités avec le Christ et la plénitude de la vie de ressuscité est une vie avec Dieu , déjà présente dans notre "vie nouvelle " de baptisés " . Le mois prochain , nous commencerons à réfléchir au Pardon , signe de la bonté de Dieu .

Après ce riche moment d'échange , nous sommes montés à l'Oratoire des Sœurs pour une demi-heure de prière et d'Adoration. Pendant ce temps de recueillement , nous avons aussi prié pour nos frères absents ce soir-là et aux intentions du monde .

Nous nous sommes quittés vers 21 h 45 , réconfortés et heureux à la pensée de nous retrouver en Fraternité le mois suivant .

Marie-France Gazan.


Branche Séculière de Madrid : Prière en communauté.
Avec le poids des évènements de la semaine sur le dos, un vendredi par mois, à 7 heures du soir, les membres de la branche séculière de Madrid nous nous réunissons chez l’un de nous pour une rencontre de prière et de partage.
Comme nous sommes une communauté assez nombreuse nous nous réunissons d’abord tous en une seule pièce et ensuite nous nous répartissons en deux groupes. Les uns dans une maison au nord de la ville et les autres dans une au sud. Nous tournons et changeons  de maison  chaque  mois. Celui qui reçoit se charge de préparer la prière et le casse-croûte qui suit.
C’est une occasion de plus  pour une rencontre avec Jésus et avec les frères .C’est une occasion de plus pour faire communauté autour du Christ. Nos maisons, l’ambiance de laïcs plus simple… c’est bien aussi un lieu où le Christ est présent.
La prière est simple, sans prétentions : Une bougie allumée, la bible et un crucifix sur une table entourée des frères font que la lumière, la croix et la Parole prennent toute leur signification. La lecture de la parole, une réflexion ou un thème de société auquel nous invite l’actualité, un tour de table où chacun exprime quelque chose de sa vie, une prière dite ensemble, le Notre Père et notre engagement aux Sacrés Cœurs. 
Ensuite vient une agape fraternelle : moment de partage plus informel autour de la vie de chacun avec ses joies, ses soucis et ses peines.
Ce qui est certain c’est que j’attends ces moments avec une certaine anxiété. Si pour des raisons d’agenda la rencontre doit se déplacer d’une semaine ou de deux, j’ai l’impression que quelque chose me manque, que les choses vont mal, que j’ai besoin de cette rencontre.
La prière en communauté a quelque chose de particulier qui réconforte. Quelque chose qui pacifie le cœur. En écoutant les réflexions des frères, les remarques des uns et des autres se complètent, remettent en cause nos sécurités, dissipent nos doutes et ouvrent des horizons.
La prière en communauté m’apporte la paix et revenant sur le passé,  j’imagine l’effet que durent ressentir les apôtres  quand, réunis dans une maison les portes fermées par peur, Jésus leur apparaît et leur dit : « Paix à vous ! »
Santiago Fernández Zuazo.
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A Meeting of the Secular Branch in Paris.
In early September, the Paris group had decided to split. Since the group was becoming too large, we created a new one in Montgeron, for the members residing near that location.

As we do every month, a dozen of us met in Picpus on February 23, at 7 pm. We had dinner together; a cheerful dinner during which we shared about the joys and sorrows of the past month. We finished dinner with the traditional, delicious cake made by Marie-Claude. Then, we separated into two groups for the time of "study and debate".

The "new ones" go off to discover the charism of the Congregation with Father Bernard Couronne. The older group, along with Sister Teresa de Vallois, continue  the study of the sacraments; that particular night we studied baptism. We talked a lot about the testimonies of St. Paul and St. John, about St. Paul in particular, who says that "we have risen with Christ and the fullness of risen life is a life with God, already present in our 'new life' as baptized." Next month, we'll start thinking about the sacrament of forgiveness, a sign of God's goodness.

Oratory of the Good Mother, Picpus
After this rich moment of exchange, we went to the Oratory of the sisters to have a half hour of adoration. During this time of contemplation, we also prayed for those of our group absent that night and for their intentions.
 We parted at 21 h 45, comforted and happy at the thought of meeting as a fraternity again, next month.

 Marie-France Gazan.







Secular Branch in Madrid: A Community in Prayer
We, the members of the Secular Branch of Madrid meet one Friday a month at seven o'clock in the evening. With the weight of the events of the week behind us, we have a meeting of prayer and of life sharing at the home of one of us.
Since we are a large community and we cannot all meet in one apartment, we have split into two groups, geographically distributed. Some meet in a member’s home in the north of the city, the others in the south. We rotate houses monthly. The host is in charge of preparing the prayer and the refreshments afterward.

It is an opportunity to encounter Jesus in  brothers and sisters,  another occasion to build community around Christ. Our homes, the most genuine setting for lay people, are also the place where the Lord has his place.

The prayer is simple, unpretentious. There’s a lighted candle, the Bible and a crucifix on the table, surrounded by brothers and sisters such that the light, the cross and the Word make their claim upon us. The reading of the Word is followed by a reflection, or a sociological issue that has been brought to the table, a round of comments related to the experience of each one, a prayer proclaimed by all together, the Lord's Prayer and an expression of devotedness to the Sacred Hearts.

After  that, a fraternal meal leads us to sharing our life with its joys in a more informal way, our worries or regrets.

The truth is that I long for these meetings with some anxiety. If, to get our calendars right,  the meeting is postponed one or two weeks, I get the feeling that I am missing something, that things are not going well. I need the meeting.

There is something in the communal prayer that comforts me, something that calms my mind. Listening to the interpretations of those present, our own questionings are put into perspective, our securities are called into question, our doubts are dispelled and our horizons expanded.

Community prayer gives me peace. With due respect to the obvious differences, I am reminded of the moment,  and I can imagine, what the apostles must have felt,  meeting as they were in a house with the doors locked out of fear, when Jesus appeared and said: "Peace be with you".

Santiago Fernández Zuazo.



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Rama Secular de París: una reunión del grupo.
Como el grupo de París se estaba volviendo demasiado numeroso, decidimos a principios de septiembre dividirlo y crear un grupo en Montgeron, para los miembros que residen cerca de esa localidad.
El 23 de febrero, como todos los meses, nos hemos encontrado una docena de nosotros en Picpus. A las 7 de la tarde cenamos juntos; una alegre cena durante la cual nos intercambiamos noticias sobre las alegrías y las tristezas del mes pasado. Hemos terminado la cena con el tradicional y delicioso pastel hecho por Marie-Claude. Después nos hemos separado en dos grupos para la parte de "estudio y debate”.
Los “nuevos” se fueron con el P. Bernard Couronne para descubrir el carisma de la Congregación y los más antiguos, junto con la hermana Teresa de Vallois, han continuado con el estudio de los sacramentos, en esa noche era sobre el bautismo. Hablamos mucho sobre el testimonio de san Pablo y de san Juan. San Pablo en particular, que dice que "hemos resucitado con Cristo y la plenitud de la vida resucitada es una vida con Dios, ya presente en nuestra ‘vida nueva’ de bautizados". El mes que viene, vamos a empezar a pensar en el perdón, signo de la bondad de Dios.
Después de este rico momento de intercambio, nos fuimos al Oratorio de las hermanas para tener una media hora de adoración. Durante este tiempo de recogimiento, también oramos por nuestros hermanos ausentes esa noche y por sus intenciones.
 Nos separamos en 21 h 45, reconfortados y felices ante la idea de encontrarnos como fraternidad del próximo mes.
 Marie-France Gazan. 



Rama Secular de Madrid: oración en comunidad.

Con el peso de los acontecimientos de la semana en la mochila, un viernes al mes, a eso de las siete de la tarde, nos reunimos los miembros de la Rama Secular de Madrid, en el domicilio de uno de nosotros para tener un encuentro de oración y de vida.

Como somos una comunidad ya numerosa, no podemos reunirnos todos en un solo piso, y nos dividimos en dos grupos repartidos geográficamente. Unos en una casa del norte de la ciudad y otros en una del sur. Rotamos las casas mensualmente y el anfitrión se encarga de preparar la oración y el refrigerio posterior.

Es una ocasión más para el encuentro con Jesús y con los hermanos. Es una ocasión más para hacer comunidad en torno a Cristo. Nuestras casas, el ámbito más genuino del laico, es también el espacio donde el Señor tiene su lugar.

La oración es sencilla, sin pretensiones. Una vela encendida, la Biblia y un crucifijo sobre la mesa rodeada de hermanos hacen que la luz, la cruz y la Palabra cobren todo su significado. La lectura de la Palabra, una reflexión, o un tema sociológico que la actualidad nos haya puesto sobre la mesa, una rueda de comentarios enganchados a la vivencia de cada uno, una oración proclamada comunitariamente, el Padre Nuestro y la adhesión a los Sagrados Corazones.

Después un ágape fraterno que da lugar a compartir de una forma más informal la vida con sus alegrías, sus preocupaciones o sus pesares.

Lo cierto es que estos encuentros los espero con cierta ansiedad. Si por razones de calendario un mes se desplaza el encuentro una o dos semanas, me da la sensación que algo me falta, que la cosa no va bien, que necesito el encuentro.

Algo tiene la oración en comunidad que reconforta. Algo que tranquiliza el ánimo. Escuchando las interpretaciones de los hermanos, los postulados de uno se atemperan, se ponen en cuestión nuestras seguridades, se disipan nuestras dudas y se amplían nuestros horizontes.

La oración en comunidad me da paz, y salvando las distancias me recuerda el momento y me imagino el efecto que debieron sentir los apóstoles cuando, reunidos en una casa con las puertas cerradas por el miedo, se las aparece Jesús y les dice: “Paz a vosotros”

Santiago  Fernández Zuazo.

Sunday, March 8, 2015

El paradigma de la ternura / The paradigm of tenderness / Le paradigme de la tendresse
Español / English /Français


Alex Vigueras Cherres ss.cc.
Provincial de Chile

El Papa nos ha invitado a la “revolución de la ternura” que –me parece- es una forma muy adecuada de llamar a este proceso trasformador que él quiere impulsar. La ternura –me decía un actor que trabaja con las emociones- es el cuidado por el frágil de aquél que también se sabe frágil. No es el fuerte protegiendo al débil, no es el que lo tiene todo ayudando al que no tiene, no es el sabio conduciendo al ignorante.

Durante mucho tiempo en la Iglesia nos sentimos seguros, fuertes, y nos pareció que trabajar por el Reino de Dios era una gesta épica, digna de héroes que querían darlo todo por ayudar a los demás. La Iglesia, con su poder, terminaría influyendo en las personas y en las sociedades; la Iglesia con su testimonio sería elocuente en manifestar qué es lo verdadero y lo bueno y lo bello. Esa ilusión se ha hecho pedazos. La crisis de los abusos de menores nos ha puesto cara a cara con nuestra desnudez. Hemos sentido vergüenza, nos ha entristecido el daño provocado y nos ha conmovido tanto dolor causado por quienes estábamos llamados a cuidar, acompañar, orientar a la gente.

Si la ternura es la relación de dos seres humanos que se saben frágiles, entonces Dios aparece en todo su esplendor. Se hace vivo, realmente necesario para caminar, para volver a levantarse. La transformación de la Iglesia pasa por confiarnos más en Dios, por darle más espacio en nuestro corazón, para dejar que él vaya modelando nuestro corazón según el corazón de Cristo. La verdadera trasformación la llevará adelante Dios mismo; sin él estamos perdidos o llegaremos, a lo más, a transformacioncitas. Creo que sin pasar por la fragilidad es muy difícil llegar a confiarse de verdad en Dios como el único necesario.

La transformación del Evangelio tiene que ver con un poder que se ejerce desde la fragilidad. Preparando la homilía de la Navidad meditaba en la fuerza transformadora que ejerce el niño en el pesebre de Belén a partir de la fuerza trasformadora que ejerce una guagua entre nosotros:
 -  Cuando nace una guagua nos trae alegría. Una alegría extraordinaria, difícil de expresar en palabras, una alegría desbordante. Es posible que antes del nacimiento haya habido recriminaciones: porque no era el momento de quedar embarazada, porque los papás son tan jóvenes, por la mala situación económica, etc. Cuando nace la guagua se impone la misericordia (ella misma es la misericordia), se terminan las recriminaciones y todo se llena de alegría. Los abuelos enojados se transforman en abuelos chochos. 
-          La guagua nos hace fuertes. Los papás son capaces de trasnochar noches seguidas, acompañar a sus guaguas prematuras al lado de las incubadoras. Y si hay alguna amenaza son capaces de dar la vida por defender a su hijo o hija. Los papás y mamás jovencitos se vuelven sabios, con una fortaleza que sorprende. 
-          La guagua nos trae esperanza, nos abre al futuro que queremos para ella. Una esperanza que se abre por el amor. La vida adquiere un nuevo sentido. Cuando acompañaba a mujeres que trabajaban en la prostitución me di cuenta que muchas de ellas solo estaban vivas por causa de sus hijos. Sus hijos las habían salvado del suicidio. 
-          La guagua nos trae paz. Cuando hay un ambiente tenso, frío y aparece una guagua todo se transfigura: comienza uno a hacerle muecas, otro se ríe, otro le da la mano…y nadie siente vergüenza. Es como si esa guagua desconocida se transformara en ese instante en nuestro hijo o en nuestro hermanito. Se instala una brisa de ternura y de paz en el ambiente. ¿Han visto algo más pacífico que una guagua durmiendo?
Pero, pongamos atención en la desproporción que hay entre el efecto que la guagua produce y lo que la guagua hace. Sin hacer nada lo transforma todo. Su necesidad de ser cuidada y amada desata un torbellino de amor omnitransformante. No es una transformación llevada adelante desde el poder y la coacción. No hay lobby ni discursos elocuentes que busquen convencernos. Es como si la fragilidad nos pusiera más claramente delante de su dignidad simple y pura. Y eso todo lo cambia, porque despierta el amor.

De este modo, - me parece- la ternura se nos presenta como una manera de hacer las cosas. En la historia de la Iglesia da la impresión que hemos tenido claridad respecto al “qué” anunciar, pero nos hemos equivocado en los “cómos”, en las maneras de vivir y anunciar la buena noticia. Se nos han contagiado las maneras del mundo que busca transformarlo todo desde el poder, convencer por el miedo, imponer los propios criterios cueste lo que cueste.

La ternura capta mejor lo cotidiano, logra adentrase en las hermosas vidas mínimas de la gente. La ternura logra captar el brillo de una lágrima y decir la palabra necesaria o, tal vez, sin palabras, acompañar…consolar. La ternura es siempre concreta y personal. La ternura hace posible el “alelús” (“unos a otros”: ámense unos a otros, lávense los pies unos a otros…).

En Filipinas el Papa nos dio un ejemplo de ternura. En la misa final en Manila una niña le pregunta llorando: “¿Por qué sufren los niños?”. Él podría haber intentado una reflexión teológica o sapiencial para responder, pero simplemente le dijo: “Esa es la única pregunta que no tiene respuesta, la pregunta que solo podemos formular llorando…sean valientes, no tengan miedo de llorar”. De este modo, el Papa se ha mostrado frágil, perplejo al no saber responder; y la pequeña niña le dio un largo abrazo.

Creo que no es tan descabellado pensar que el Dios de Jesús es un Dios perplejo, que se queda sin respuestas frente a la muerte de su Hijo. Probablemente en la resurrección no se resuelve el misterio ni se aclaran todas las preguntas, ni se iluminan todas las oscuridades; pero Dios abraza con ternura, desde su propia fragilidad, la vida humana entera. Un abrazo en que ni el dolor, ni la podredumbre, ni oscuridad alguna se quedan fuera.

Si la ternura es el cuidado por el frágil, entonces, necesariamente nos lleva a los pobres, a los lugares donde están aquellos que lo pasan mal: los marginados, los que sufren, los que se sienten solos, los enfermos, los heridos, los que están a punto de colgarse, los que llevan el dolor tatuado en la piel, los insignificantes a los ojos del mundo. Por eso es relevante la invitación del Papa Francisco a ser una Iglesia en salida, una Iglesia en la que los pobres sean el horizonte y el criterio desde el cual todo se mira.

Si la ternura es el cuidado por el frágil, entonces, nos lleva a prestar más atención a nuestros hermanos ancianos. Es una invitación a sentirlos parte de nuestra familia, a preocuparnos por los que les pasa, a visitarlos, a rezar por ellos, a alegrarnos con ellos.

Si la ternura es el cuidado por el frágil, entonces no debemos tener miedo a mirar nuestra propia fragilidad. No debemos quedarnos paralizados en las vergüenzas de nuestras promesas incumplidas, de nuestro pecado. Es la invitación a dejarnos abrazar por el amor misericordioso de Dios. La fragilidad permite que surja el amor verdadero, ese que se manifiesta nítidamente en la ternura.

Relacionarnos, ejercer el poder desde la ternura, mirar al otro, mirar la vida desde la ternura; mirar el sufrimiento, las contradicciones “en el modo de la ternura”. Y abrazarlo todo, aunque sea llorando.



The paradigm of tenderness

The Pope has invited us to make “the revolution of tenderness” which –in my opinion- is a very accurate way to name this transforming process that he wants to inspire. as An actor, who works with emotions, used to say to me, tenderness is caring for the fragile by one who also considers  himself fragile. It is not the strong one protecting the weak one; it is not the one who has everything helping the one who has nothing; it is not the wise one guiding the ignorant. No! Tenderness is caring for the fragile by who also considers himself fragile.

For a long time, we have felt safe and strong within the Church, and we even thought that working for God`s Kingdom was a worthy heroic deed (an epic achievement) of those who wanted to give everything to help others. The Church, with its power, would end up having influence on the people and the society; the Church, with its testimony, would be eloquent in stating what is true, good and beautiful.

That illusion  has been broken into pieces. The crisis of the sexual abuse of children has put us face to face with our fragility. We have felt ashamed. The harm caused by this situation has made us feel sad and perplexed because we were called to take care of people, to accompany them and to a guide for them.

Tenderness is the relationship between two human beings that consider themselves fragile. Then to them God appears in all His splendor. God is alive, really needed to keep us moving and to be raised again.

The Church`s transformation means to trust God, to give Him a place in our heart, letting Him model our heart according to Christ`s heart. The true transformation will be carried out by God himself; without him we are lost or, at the most, we will achieve only “minor transformations.” I think that without feeling fragile it is very difficult to really get to trust God as the only one who is necessary. The Gospel’s transformation has to do with a power that works itself out from a position of fragility.

While I was meditating on the Christmas homily, I moved from the transforming power that any infant has over us to the transforming power that the baby in the manger in Bethlehem has:

- When a baby is born, it brings us joy, an extraordinary joy, difficult to express in our own words. We are brimming over with joy. It may be possible that before the birth, there might have been disapprovals: it wasn´t the right time to get pregnant, the parents are so young, there’s a bad economic situation, etc. But as soon as the baby is born, compassion prevails, (the baby itself is merciful!), the reproaches end and there is joy galore. Even annoyed grandparents are delighted!



- The baby makes us strong. Its parents are able to stay up night after night alongside their premature babies in their incubators. If there is any threat, they are prepared to give their lives to protect their son or daughter. Young fathers and mothers become wise with an amazing strength.

- The baby brings us hope. It opens the doors of the future we want for him or her. A door to hope is opened by love. Thus, life takes on a new meaning. When I ministered to women that worked as prostitutes, I realized that many of them were alive because of their children. Their children had saved them from committing suicide.

- The baby brings us peace. The atmosphere may be tense and cold but when the baby appears, everything is transformed: we start to make funny faces, to laugh and give the baby a hand… nobody feels embarrassed. It is as if that unknown baby may become our own son or daughter, our little brother or sister. There is a gentle breeze of tenderness and peace in the atmosphere. Is there anyone more peaceful than a sleeping baby?

But let us pay attention to the distance between the effect that the baby produces and what the baby does. Without even moving a finger it transforms everything. The baby’s  need to be cared for and loved triggers a whirlwind of love that transforms everything. It is not a transformation carried out from power or pressure. There are no eloquent speeches trying to persuade us. Fragility, as it were, places us, face-to-face,  in front of dignity, simple and pure. All is changed. Love is awakened.

Thus, -I think- tenderness is presented to us as a way to do things. In the history of Church it seems that we have always been clear about “what” we have to announce. But we have been mistaken about “how” to do it, about how to live and announce the good news. We have been infected by how the world transforms everything through power or convinces through fear or impose its criteria, whatever the price.

Tenderness understands what is daily. Tenderness inserts itself into people`s beautiful yet simple lives. Tenderness knows the delicacy of a tear, how to say the right word while saying nothing, to share…to comfort. Tenderness is always particular and personal. Tenderness makes it possible “to be there for each other”: to be the other, love one another, wash each other’s feet …).

Pope Francis gave us a good example of tenderness. When celebrating the last Mass in Manila, a girl, in tears, asked him: “Why do children suffer?” He may have tried a theological reflection to give her an answer; however, he simply told her: “That`s the only question that has no answer, that`s the only question we can ask by crying… Be brave, don`t be afraid of crying”. Thus, the Pope has shown his fragility, bewildered by not being able to give an answer…and the little girl gave him a big hug.

In my opinion, it is not so ridiculous to think that Jesus´s God is a bewildered God, who finds no answers facing his son´s death. Perhaps, the mystery is not solved by his Resurrection. The questions are not answered, nor is the darkness vanished. But God embraces with tenderness, through his own fragility, the whole of human life. An embrace from which, neither pain, nor darkness stand apart.

If tenderness is the caring for the fragile, then it necessarily takes us to the poor, to the places where those who suffer are outcasts, to those who feel alone, those who are injured, those who have the pain tattooed on their skin, those who mean nothing to the rest of the world. That is why the invitation of Pope Francisco to become an open Church is relevant: a Church in which the poor are the horizon from which everything else is looked at.

If tenderness is the caring for the fragile, then tenderness brings us to pay more attention to our elderly brothers and sisters. It is an invitation to be sensitive to them as part of our families, to be concerned for them, to visit them, to pray for them and be happy with them.
If tenderness is the caring for the fragile, then we mustn`t be afraid of our own fragility. We mustn`t be paralyzed in the shame of our broken promises, of our sin. Tenderness is the invitation to let ourselves be embraced by the merciful love of God. Fragility lets true love appear which then is clearly manifested by tenderness.

We have to be connected, to use power through tenderness, to look at the other, to look at life from within tenderness, to look at the suffering  and contradictions “in the language of tenderness” and to embrace, though it be in tears.



Le paradigme de la tendresse

Le pape nous a invités à la « révolution de la tendresse ». C’est une manière très opportune, me semble-t-il, de nous faire entrer dans ce dynamisme de renouvellement qu’il veut promouvoir. La tendresse, me disait un spécialiste qui travaille sur les émotions, c’est prendre soin du fragile par quelqu’un qui lui-même se sait fragile. Ce n’est pas le fort  qui protège le faible. Ce n’est pas celui qui possède tout  qui aide celui qui n’a rien. Ce n’est pas le savant qui enseigne l’ignorant.

Durant de nombreuses années dans l’Eglise nous nous sentions forts, sûrs de nous-mêmes. Il nous semblait que travailler pour le règne de Dieu était une aventure épique, réservée à des héros qui devaient tout donner pour aider les autres. L’Eglise, avec tout son pouvoir, devait exercer son influence sur les personnes et  la société ; l’Eglise pensait devoir décider du vrai, du bon et du beau sur tout. Ce projet a  volé en éclats. Les abus  sur les mineurs lui  ont fait prendre conscience de sa nudité. Nous avons éprouvé honte  et tristesse devant tout le mal commis. Et nous en avons été bouleversés, alors que nous étions appelés à prendre soin des personnes, les accompagner, les guider.

Si la tendresse est une relation entre deux personnes qui se savent fragiles, alors Dieu apparaît dans toute sa splendeur. Il se fait présent. Il nous devient vraiment nécessaire pour avancer et pour nous remettre debout. La transformation de l’Eglise passe par une plus grande confiance en Dieu, en lui accordant plus d’espace en nos cœurs, en le laissant modeler notre cœur à l’image du Cœur du Christ. La véritable transformation nous conduira à Dieu lui-même. Sans lui nous serions perdus ou nous ne parviendrions tout au plus qu’à de toutes petites transformations sans importance. Je crois que, sans passer par le chemin de la fragilité, il est très difficile de se confier en vérité à Dieu comme l’unique nécessaire.

La transformation qu’apporte l’Evangile est à relier à la capacité de transformation qui vient de la fragilité. En préparant l’homélie de Noël, je méditais sur la force de transformation qu’exerce le petit enfant de la crèche de Bethléem. Et je la comparais à la force de transformation  qu’exerce l’arrivée d’un bébé parmi nous.

-          Quand nait un petit bébé, il nous apporte la joie. Une joie extraordinaire, difficile à définir avec des mots, une joie débordante. Il est possible qu’avant sa naissance il y ait eu des questionnements négatifs : pour la maman, était-il  le moment indiqué pour être enceinte ? les parents n’étaient-ils pas trop jeunes ? leur situation économique était-elle favorable ? etc… Puis quand arrive le bébé, c’est la miséricorde qui éclate ! (lui-même est miséricorde !) Les doutes disparaissent et c’est le comble de la joie. Les grands parents qui avaient pu être fâchés auparavant, deviennent des papas et mamans gâteaux !

-          Le petit enfant nous rend forts. Les parents sont capables de passer des nuits blanches consécutives, d’accompagner des prématurés en couveuses. Et s’il y a quelque danger ils sont capables de donner leur vie pour leur fils ou leur fille. De jeunes papas et mamans deviennent subitement plein de sagesse,  avec une force intérieure extraordinaire.

-          Le bébé nous apporte  l’espérance. Il nous ouvre à l’avenir que nous désirons pour lui. Une espérance qui débouche sur l’amour. La vie se colore sous un jour nouveau. Quand j’accompagnais des femmes qui travaillaient dans le monde de la prostitution j’ai découvert que beaucoup d’entre elles continuaient à vivre à cause de leur enfant. Leur enfant les sauvait du suicide.

-          Le petit enfant nous apporte la paix. S’il y a une ambiance de tension, de froid, quand apparait l’enfant,  tout s’illumine : l’un fait le pitre, l’autre sort une blague, un autre tend la main… et personne ne ressent ni gène ni honte. C’est comme si ce petit inconnu se transformait subitement en son propre enfant ou petit frère. Une brise de tendresse et de paix souffle sur tout le monde. Avez-vous vu quelque chose de plus paisible qu’un bébé en train de dormir ?

Et remarquez le décalage  qui existe entre l’influence de la présence d’un bébé et son action réelle. Il ne fait rien  et il transforme tout. Son besoin d’être entouré et aimé déclenche un tourbillon d’amour absolument extraordinaire. Ce n’est pas une transformation due à un  pouvoir ou à une pression. Il n’y a pas de lobby ni de discours éloquents qui chercheraient à nous convaincre. C’est comme si sa fragilité nous faisait percevoir plus clairement  sa dignité pure et simple. Et cela change tout, car cela éveille l’amour.

Ainsi, me semble-t-il, la tendresse se présente à nous comme un style de comportement. Dans le passé en Eglise, il semble que nous ayons  su clairement « ce que » nous devions annoncer, mais nous nous sommes trompés sur le « comment », comment vivre et annoncer la bonne nouvelle. Nous nous sommes laissés contaminer par les méthodes du monde qui cherche à transformer tout par le pouvoir, à convaincre en faisant appel à la peur, à imposer ses critères à tout prix.

La tendresse est  sensible au quotidien. Elle saisit la beauté des vies simples des gens humbles. La tendresse saisit l’éclat d’une larme. Elle sait dire le mot juste, ou peut-être ne rien dire du tout. Elle sait accompagner, consoler. La tendresse est toujours concrète et personnelle. La tendresse rend possible l’aller et le retour (« les uns et les autres » : aimez-vous les uns les autres, lavez-vous les pieds les uns aux autres)


Il y a quelques jours, le pape  nous a donné un bel exemple de tendresse. A la messe finale à Manille, une fillette le questionnait tout en pleurant : « Pourquoi les enfants souffrent ? » Il aurait pu répondre avec un raisonnement  théologique ou une parole de sagesse, il lui dit simplement : « Là est l’unique question qui n’a pas de réponse. La seule réponse que nous pouvons formuler c’est de pleurer… soyez courageux, n’ayez pas peur de pleurer. » De cette manière le pape s’est montré fragile, hésitant, ne sachant que répondre ; et la gamine lui donna un long baiser.

Je crois qu’il n’est pas tellement déplacé de penser que le Dieu de Jésus est un Dieu perplexe, qui reste sans réponse face à la mort de son fils. Probablement tout le mystère n’est pas résolu par la résurrection. Des questions restent sans réponse. Beaucoup d’obscurités persistent. Mais Dieu, à partir de sa fragilité même, embrasse avec tendresse, la vie humaine dans sa totalité. Une étreinte qui embrasse  tout,  y compris la douleur, la pauvreté, les obscurités.

Si la tendresse est le soin porté au plus fragile, alors obligatoirement elle nous conduira vers les pauvres, sur les lieux où tant de gens vivent mal : les marginaux, ceux qui souffrent, ceux qui se sentent seuls, les malades, les blessés de la vie, ceux qui sont sur le point de se suicider, ceux qui portent la douleur collée à leur peau, les insignifiants aux yeux de la société. Pour cela l’invitation du pape François est significative, quand il nous dit d’être une Eglise en sortie, une Eglise où les pauvres sont l’horizon et le critère à partir desquels tout doit être regardé.

Si la tendresse est le soin porté au plus fragile, alors elle nous entraine à prêter plus d’attention à nos frères anciens. Elle est une invitation à les sentir membres de notre famille, à nous préoccuper de ce qui leur arrive, à les visiter, à prier pour eux, à nous réjouir avec eux.

Si la tendresse est le soin porté au plus fragile, alors nous  n’avons pas à avoir peur de notre propre fragilité. Nous ne pouvons pas rester paralysés par la honte de ne pas avoir tenu nos promesses, de notre péché. Elle est une invitation à nous laisser embrasser par l’amour miséricordieux de Dieu. La fragilité permet au véritable amour de se manifester clairement.

Nous mettre en relation, exercer le pouvoir à partir de la tendresse, regarder l’autre, regarder la vie à partir de la tendresse ; regarder la souffrance, les contradictions «  sur le mode de la tendresse ». Et embrasser tout… même si c’est avec des larmes.