by Fernando Cordero sscc
During our visit to our sscc brothers in London, Jean Blaise Mwanda and myself witnessed a very painful reality in a place that has been totally closed down, even more so because of the pandemic. Thanks to the efforts of Fergal Maguire, one of the chaplains at the Heathrow Immigration Removal Centre, we were able to spend an afternoon talking to some of the 2,000 inmates who make up this prison. "We've been here for three days. We are from Iraq, Iran and Syria", says a young Iranian as he introduces us to his fellow inmates. They stand in a circle, and try to answer the many questions that arise during the first days of admission. Some are there because of crimes, others because they have no documents. Many are. Thousands of miles away from their homeland. Fergal, with missionary experience in Mozambique, crosses borders.
One of the staff tells us that they try to help the inmates, although it is not always possible, because some of them are very nervous and are slow to confront others. They are concerned about suicide attempts. As we pass through corridors and wards, Fergal opens and closes doors every few minutes. After five years, he knows the place inside out. From time to time, an alarm sounds. The doors open only for a short distance. The poor people held here in some way resemble a parable. In such an environment, the weight of the lack of freedom, of family remoteness, is felt. It seems, as in Bethlehem, that there is also a little "inn" for them in the global village, except this inn is a well closed cave from which they cannot escape.
We also talked to chaplains of other religions (Muslims, Buddhists, Hindus, etc.) and saw the different places of worship. Each one, from their own faith, tries to be a channel of hope for these people who are going through the hardships of isolation. Fergal has the gift of closeness and naturalness. He introduces us: "These are my bosses from Rome". Then an inmate spontaneously commented: "He's a very good person". You can see the appreciation and trust they have in him. A Romanian adult approached him with some papers and told him the latest news. The Poles complained to him about the six-week quarantines due to the Covid rules: "Imagine 6 weeks in total isolation here in a cell".
Our brothers in London are a very small group. They serve two parishes, where the queues of needy people asking for food, a sandwich or a place to have tea have increased. They also look after one of our religious, who is ninety-one years old. Fergal is particularly happy about his service in the prison and delighted that we have been able with him to visit the imprisoned brothers. A plane flies over the prison, resounding freedom. Surely this Christmas Jesus is born at Heathrow - not at the airport but in two large wards with barbed wire, high fences and endless gates. Jesus is born in Heathrow because he identifies with those who are in prison. In the midst of criss-crossed corridors, it really is the foolishness of God that is present among the discarded and which sustains the world.
21 Magazine (December 2021)
por Fernando Cordero sscc
En la visita a nuestros hermanos en Londres, Jean Blaise Mwanda y un servidor hemos sido testigos de una realidad bien sufriente en un lugar totalmente clausurado, aún más si cabe por la pandemia. Gracias al empeño de nuestro hermano Fergal Maguire, uno de los capellanes del Centro de Deportación de Inmigrantes de Heathrow, hemos podido pasar una tarde dialogando con algunos de los 2000 internos que conforman esta prisión. “Llevamos tres días aquí. Somos de Irak, Irán y Siria”, nos comenta un joven iraní, mientras nos presenta a sus compañeros. Allí están en círculo intentando responder a tantas preguntas que brotan en las primeras jornadas del ingreso. Algunos están allí por delitos, otros por no tener documentación, a miles de kilómetros de su tierra. Fergal, con experiencia misionera en Mozambique, atraviesa fronteras.
Uno de los funcionarios nos comenta que intentan ayudar a los internos, aunque no siempre es posible, porque algunos están muy nerviosos y se enfrentan violentamente a otros. Les preocupan los intentos de suicidio. Mientras íbamos pasando por corredores y pabellones, Fergal va abriendo y cerrando puertas cada pocos metros. Se conoce, después de cinco años, el lugar al dedillo. De cuando en cuando suena alguna alarma. Las puertas se abren solo para un pequeño tramo. Se asemejan a una parábola de estas pobres personas aquí recluidas. En el ambiente se nota el peso de la falta de libertad, de la lejanía familiar. Parece que, como en Belén, tampoco hay “posada” para ellos en la aldea global, solo una cueva bien cerrada para que no puedan escaparse.
También hablamos con capellanes de otras religiones (musulmanes, budistas, hinduistas, etc.). Vemos además los diferentes lugares de culto. Cada cual, desde su fe, intenta ser cauce de esperanza para estas personas que transitan por la dureza del aislamiento. Fergal tiene el don de la cercanía y la naturalidad. Nos va presentando: “Estos son mis jefes que vienen de Roma”. Enseguida, un interno comenta espontáneamente: “Es muy buena persona”. Se nota el aprecio y la confianza que tienen en él. Un adulto rumano se acerca con unos papeles y le comenta una última noticia. Los polacos le expresan sus quejas por las cuarentenas de seis semanas con motivo de las normas del Covid: “Imagínate 6 semanas totalmente aislados aquí en una celda”.
Nuestros hermanos en Londres son un grupo muy pequeño. Atienden dos parroquias, en las que se han incrementado las filas de los necesitados pidiendo comida, un sándwich o un lugar para tomar el té. Cuidan a uno de nuestros religiosos con noventa años. Junto a ello, este servicio en la cárcel, que a Fergal le hace particularmente feliz. Está satisfecho con que hayamos podido estar con él visitando a los hermanos recluidos. Un avión sobrevuela la prisión, resonando libertad. Seguro que esta Navidad Jesús nace en Heathrow. No en el aeropuerto. En dos grandes pabellones con alambradas de espino, altas verjas y un sinfín de puertas. Porque él se identificó con los que están en la cárcel. Porque en medio de pasillos entrecortados, es realmente la locura de Dios de hacerse presente entre los descartados la que sostiene el mundo.
En revista 21 (diciembre 2021)
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